09 mayo 2006

Programa Nº 12: La inspiración de la Biblia

Buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Damos inicio al programa Nº 12 de “Verdades de Fe”, que está siendo transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó y también a través de Internet. Pueden enviarnos sus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535 o al mail info.ury@radiomaria.org. Estaré con ustedes hasta las 22:00.
El programa de hoy estará referido a la Sagrada Escritura, con especial hincapié en la inspiración de la Biblia.
Comenzaremos leyendo lo que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números del 18 al 24, nos enseña sobre la Sagrada Escritura:
“¿Por qué decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad?
Decimos que la Sagrada Escritura enseña la verdad porque Dios mismo es su autor: por eso afirmamos que está inspirada y enseña sin error las verdades necesarias para nuestra salvación. El Espíritu Santo ha inspirado, en efecto, a los autores humanos de la Sagrada Escritura, los cuales han escrito lo que el Espíritu ha querido enseñarnos. La fe cristiana, sin embargo, no es una “religión del libro”, sino de la Palabra de Dios, que no es “una palabra escrita y muda, sino el Verbo encarnado y vivo”.
¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura?
La Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, según tres criterios: 1) atención al contenido y a la unidad de toda la escritura; 2) lectura de la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3) respeto de la analogía de la fe, es decir, de la cohesión entre las verdades de la fe.
¿Qué es el canon de las Escrituras?
El canon de las Escrituras es el elenco completo de todos los escritos que la Tradición Apostólica ha hecho discernir a la Iglesia como sagrados. Tal canon comprende cuarenta y seis escritos del Antiguo Testamento y veintisiete del Nuevo.
¿Qué importancia tiene el Antiguo Testamento para los cristianos?
Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios: todos sus libros están divinamente inspirados y conservan un valor permanente, dan testimonio de la pedagogía divina del amor salvífico de Dios y han sido escritos sobre todo para preparar la venida de Cristo Salvador del mundo.
¿Qué importancia tiene el Nuevo Testamento para los cristianos?
El Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo, nos transmite la verdad definitiva de la Revelación divina. En él, los cuatro Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras y ocupan un puesto único en la Iglesia.
¿Qué unidad existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento?
La Escritura es una porque es única la Palabra de Dios, único el proyecto salvífico de Dios y única la inspiración divina de ambos Testamentos. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo, mientras que éste da cumplimiento al Antiguo: ambos se iluminan recíprocamente.
¿Qué función tiene la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia?
La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual. Es el alma de la teología y de la predicación pastoral. Dice el Salmista: “lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Por esto la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”.

Dado que la Biblia es un libro inspirado por Dios, es Palabra de Dios, entonces enseña siempre la verdad. A continuación reflexionaremos sobre la verdad de la Biblia y refutaremos las críticas que se le hacen habitualmente.
Compartiré ahora con ustedes una experiencia personal. Desde 1999 he dedicado bastante tiempo a promover y defender la fe católica en varios foros de religión en Internet, enviando cientos de mensajes. En esa clase de foros, paradójicamente, predominan numéricamente los no creyentes, sobre todo ateos y agnósticos sumamente anticristianos. Esos críticos anticristianos manejan una gran cantidad de objeciones contra la verdad de la Biblia. Responder detalladamente cada una de sus objeciones sería casi imposible, porque requeriría demasiado espacio y tiempo. Lo importante, sin embargo, es que es posible darles una respuesta global. Esto es posible porque esas objeciones se inscriben típicamente dentro de un conjunto de problemas bien conocido, que dio en llamarse la "cuestión bíblica" y fue muy debatido entre los estudiosos de la Biblia desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX. Después de un tiempo de maduración, los principios generales de la solución de la "cuestión bíblica" fueron aceptados oficialmente por la Iglesia católica en 1943, por medio de la encíclica "Divino Afflante Spiritu" del Papa Pío XII. De modo que lo menos que puede decirse de estas objeciones anticristianas es que están un poco "pasadas de moda".

La gran mayoría de los argumentos contrarios a la verdad de la Biblia pueden ser esquematizados así en forma de silogismo:
Premisa mayor: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede enseñar ningún error.
Premisa menor: Pero la Biblia contiene muchos textos que enseñan cosas contradictorias entre sí o con verdades demostradas por las ciencias naturales o históricas.
Conclusión: Por lo tanto la Biblia no es Palabra de Dios.
La premisa mayor es verdadera, pero la premisa menor, la que dice que la Biblia enseña errores, es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida.

Analicemos más de cerca la premisa menor. Ella supone implícitamente una interpretación fundamentalista de la Biblia, es decir algo muy diferente a la interpretación católica de la Biblia. El cristianismo fundamentalista (propio de muchas comunidades eclesiales de origen protestante y de algunos grupos semicristianos) rechaza el estudio histórico-crítico de la Biblia y da a la Sagrada Escritura una interpretación simplista y superficial, atada al sentido aparente de los textos. La exégesis católica, en cambio, utiliza la fe y la razón, los resultados del estudio científico de la Biblia iluminados por la fe cristiana.

Ilustremos esto con un ejemplo. El capítulo 1 del Génesis relata la creación del universo por obra de Dios. Según este relato, Dios empleó seis días para crear todo lo visible y lo invisible; en el sexto día Dios creó al ser humano y en el séptimo día descansó. Una interpretación fundamentalista de este capítulo lleva a rechazar todos los descubrimientos científicos que suponen una evolución cósmica y biológica de miles de millones de años previa a la aparición del hombre sobre la Tierra. La interpretación católica, en cambio, se basa en los siguientes dos principios, expresados respectivamente en los números 11 y 12 de la constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II:
1. "Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra."
2. "El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época."
Vale decir que la interpretación católica de la Biblia distingue la verdad salvífica transmitida por la Biblia del "ropaje literario" utilizado como vehículo para transmitir dicha verdad. En el ejemplo citado, es claro que las verdades salvíficas que Dios nos transmite por medio de Génesis 1 son cosas muy diferentes de una cosmología arcaica; o sea, Génesis 1 nos transmite verdades tales como las siguientes:
· Todo lo que existe ha sido creado por Dios.
· Todo lo que Dios ha creado es bueno.
· El ser humano es la cumbre del universo material.
· El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios.
· etc.
La importancia de tener en cuenta el género literario de un texto para darle una interpretación racional es muy clara. No se puede interpretar una narración épica del mismo modo que un poema, un drama o un ensayo filosófico. Es obvio que sería absurdo rechazar la verdad de la parábola del hijo pródigo con base en que históricamente no existió aquel "padre que tenía dos hijos". Este error es semejante al cometido en la clase de argumentos críticos que estamos comentando.

Es muy importante comprender bien el sentido de la doctrina católica sobre la inerrancia de la Biblia. La Iglesia católica cree que la Biblia enseña sin error la verdad que Dios quiso transmitir a los hombres para su salvación. Por lo tanto estamos hablando de verdades religioso-salvíficas, no de verdades científicas. La lectura de la Biblia permite conocer la cosmología de los antiguos hebreos, pero también permite conocer algo infinitamente más importante para nosotros: la verdad sobre Dios y la verdad última sobre el hombre, sobre su origen, su fundamento, su vocación y su destino.
La Biblia no es un manual de ciencia y ni siquiera, hablando estrictamente, un libro de historia, sino un libro que nos transmite verdades religiosas importantes para nuestra salvación por medio de géneros literarios propios de una cultura de la Antigüedad. Muchas veces la Biblia nos transmite su mensaje de salvación por medio de la narración de una historia, pero se trata entonces de una "historia teológica", o más bien de una "teología histórica", un descubrimiento profético de la Palabra de Dios a través de los sucesos históricos.
Como escribió San Agustín a principios del siglo V, "la Biblia no enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo". Si los críticos quieren emitir un juicio sobre la verdad de la Biblia, deben elevar su mirada y apuntar al verdadero objeto de la enseñanza bíblica, una verdad propiamente religiosa.
Al leer la Biblia desde esta perspectiva (la única correcta) se desvanece la falsa impresión de que la Biblia enseña cosas contradictorias. Las afirmaciones aparentemente contradictorias (referidas a cuestiones científicas, históricas etc.) son medios literarios que los autores sagrados utilizan para transmitir verdades religiosas que son siempre verdaderas y coherentes entre sí.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.

INTERVALO MUSICAL

Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida, Melo y Tacuarembó. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la inspiración divina de la Biblia. En la primera parte refutamos globalmente las objeciones contra la inspiración de la Biblia inscritas en la llamada “cuestión bíblica”, vale decir las objeciones que no toman en cuenta la finalidad religiosa de la Biblia ni sus géneros literarios y su contexto histórico y cultural. En esta segunda parte refutaremos otras tres objeciones contra la inspiración bíblica.

En primer lugar consideraremos la objeción basada en la autoría humana de la Biblia.
Esta objeción tiene la siguiente forma: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede tener autores humanos. Pero la Biblia tiene autores humanos (como se demuestra por ejemplo por medio de las influencias de los mitos babilónicos en los relatos bíblicos de la creación y el diluvio). Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.
La premisa mayor de este argumento, la que niega que la Biblia pueda ser Palabra de Dios si tiene autores humanos, es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida, a pesar de la verdad de la premisa menor.
La Biblia es un conjunto de libros escritos por autores humanos inspirados por Dios. Dios es el autor principal de la Biblia; no obstante, los hagiógrafos o escritores sagrados, aunque escribieron todo y sólo lo que Dios quiso que escribieran, son también verdaderos autores.
Los cristianos no creemos que nuestra Sagrada Escritura haya sido escrita en el cielo, como lo creen los musulmanes respecto del Corán y los mormones respecto del Libro del Mormón. Tampoco imaginamos la inspiración bíblica como una especie de trance espiritista. Si bien Dios es la causa principal de la Biblia y los hagiógrafos son sus causas instrumentales, no fueron utilizados por Dios del mismo modo que un músico usa su instrumento musical. Los hagiógrafos obraron como instrumentos de Dios, pero conscientes y libres. Cada autor sagrado escribió siguiendo un plan determinado, conforme a su propio estilo de pensamiento y de escritura, utilizando unos géneros literarios escogidos por él dentro del marco de la cultura de su época y de su ambiente. La inspiración bíblica consiste en que el Espíritu Santo iluminó las mentes de los hagiógrafos y los asistió para que transmitieran por escrito y sin error la Divina Revelación. Ni siquiera es necesario que los autores sagrados fueran siempre conscientes de esta inspiración divina mientras escribían la Biblia.

En segundo lugar consideraremos la objeción contra la santidad de la Biblia.
Esta objeción tiene la siguiente forma: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede aprobar el pecado. Pero la Biblia aprueba el pecado (como por ejemplo en el relato del incesto de las dos hijas de Lot, en Génesis 19). Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.
La premisa mayor de este razonamiento es verdadera, pero la premisa menor, la que sostiene que la Biblia aprueba el pecado, es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida.
La falsedad de la premisa menor es evidente. El hecho de que la Biblia narre un pecado no implica que lo apruebe. A lo largo de toda la Biblia se advierte claramente un rechazo radical del pecado. Esto no es obstáculo para reconocer que la revelación bíblica fue gradual, particularmente en lo que se refiere a la doctrina moral del Antiguo Testamento.

En tercer lugar consideraremos la objeción contra la historicidad de los Evangelios.
Esta objeción tiene la siguiente forma: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces los Evangelios deben ser biografías exactas de Jesús. Pero los Evangelios no son biografías exactas de Jesús (como se demuestra por ejemplo por medio de las diferencias entre los relatos evangélicos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús). Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.
La premisa mayor de este argumento, la que supone que los Evangelios deberían ser biografías exactas, es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida, a pesar de que la premisa menor sea verdadera.
La Iglesia católica ha afirmado siempre con firmeza la historicidad de los Evangelios. Sin embargo, esto no equivale a afirmar que los Evangelios son biografías exactas de Jesús en el sentido moderno de esta expresión. Conocer la crónica periodísticamente completa y exacta de la vida y las obras de Jesús de Nazaret no es necesario para nuestra salvación. Por eso no debe preocuparnos el hecho de que los Evangelios no nos permitan reconstruir con plena certeza la cronología y la topografía de las andanzas de Jesús.
Los Evangelios narran la historia de una persona determinada en un lugar y una época determinados. La concordancia de las narraciones evangélicas con la geografía, la historia, la lengua y la cultura de la Palestina de comienzos del siglo I es tan perfecta y completa que sitúa a los Evangelios a una distancia abismal de cualquier mitología. Aunque a veces no podamos saber con total seguridad si unas palabras determinadas son las mismísimas palabras originarias de Jesús, los Evangelios nos transmiten la doctrina de Jesús sin deformaciones. La imagen que nos ofrecen de Jesús es la de un personaje singularísimo, inmediatamente reconocible.
Los Evangelios nos ofrecen un testimonio de fe sobre Jesús de Nazaret. Fueron escritos por cristianos con la intención de transmitir a otros el Evangelio o Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios. Pero esto no quita valor histórico a dicho testimonio. Los Evangelios en general y los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en particular deben ser considerados testimonios sustancialmente fidedignos desde el punto de vista histórico. Esto se puede demostrar aplicándoles los mismos criterios de historicidad que se utilizan para juzgar a los documentos de la historia profana.


Querido amigo, querida amiga:
Si tú no crees que la Biblia sea Palabra de Dios, te invito a reflexionar sobre lo que hemos dicho hoy y a leer la Biblia con el mismo espíritu de fe religiosa con el que fue escrita. Pide a Dios nuestro Padre que te conceda un corazón creyente, para que pueda penetrar en ti la Sabiduría de Dios transmitida a los hombres a través de las Sagradas Escrituras de la gran tradición judeocristiana. Con la ayuda de buenos guías, podrás llegar a apreciar la verdad, la bondad y la belleza de la Palabra de Dios escrita en la Biblia y su relevancia decisiva para la realización plena del ser humano de todas las épocas y lugares.
Si eres cristiano, te invito a dar gracias a Dios con frecuencia por el gran don de su Divina Revelación transmitida en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Lee con frecuencia la Biblia y sobre todo los Evangelios, en lo posible cada día, para poder orar a Dios entablando un verdadero diálogo con Él, en el que no sólo le hables sino que también lo escuches. Pide al Santo Espíritu de Dios el don de la sabiduría, para que te conceda comprender la Sagrada Escritura en sintonía con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.
Por la intercesión de la Virgen María, Templo del Espíritu Santo, el que habló por los profetas, ruego a Dios que se fortalezca en ti cada vez más la fe en la inspiración divina de la Biblia, medio de transmisión escrita de la revelación de Dios a los hombres.
Damos fin al programa Nº 12 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.

Daniel Iglesias Grèzes
6 de junio de 2006.

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