27 febrero 2006

Programa Nº 4: La divinidad de Cristo

Muy buenas noches. Damos inicio al cuarto programa de “Verdades de Fe”.
Les habla Daniel Iglesias. Estaré dialogando con ustedes hasta las 22:00. Agradezco la generosa colaboración del Diácono Jorge Novoa, quien nos acompaña hoy.
Este programa se transmite por Radio María Uruguay desde Florida y Melo, y por Internet en http://www.radiomaria.org.uy. Puedes enviarnos tus comentarios, sugerencias o críticas llamando por teléfono al 0352 0535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.

Nuestro programa de hoy estará dedicado a la divinidad de Cristo.
Entre los creyentes no cristianos se encuentran muy diversas actitudes acerca de Jesucristo: los adeptos a la “Nueva Era” generalmente consideran a Jesús como una de las muchas encarnaciones o manifestaciones de la divinidad; los musulmanes veneran a Jesús como uno de los principales profetas anteriores a Mahoma; la gran mayoría de los judíos se niega a reconocer a Jesús como el Mesías esperado por Israel; los deístas incluyen a Jesús en su rechazo a toda forma de revelación divina; finalmente, los testigos de Jehová creen que Jesús, el Hijo de Dios, es un ser divino, pero no es Dios. Más exactamente, se trataría del arcángel San Miguel, la principal creatura de Dios.
El diálogo entre dos personas debe tomar siempre como punto de partida el conjunto de las convicciones compartidas por ambas. Por eso, aunque el cristiano puede dialogar con cada una de las posturas antes presentadas, cada uno de estos diálogos tiene sus propias exigencias. En el diálogo con los judíos creyentes se puede partir de la común aceptación del Antiguo Testamento como libro sagrado. En este sentido, el diálogo con los testigos de Jehová presenta la ventaja de que éstos aceptan también el Nuevo Testamento como Palabra de Dios.
En este programa presentaremos pruebas de la divinidad de Cristo basadas en la Sagrada Escritura. Estas pruebas tienen valor sobre todo en el contexto de la controversia con los testigos de Jehová, quienes, aunque se presentan como cristianos, niegan la Encarnación, dogma capital de la fe cristiana.
No obstante, los argumentos que presentaremos también pueden servir para defender la fe de los cristianos ante críticas como las del libro “El código Da Vinci” de Dan Brown, donde absurdamente se sostiene que la divinidad de Cristo, supuestamente ignorada en los tres primeros siglos de la era cristiana, habría sido inventada por el emperador Constantino y aprobada por mayoría en el Concilio de Nicea, del año 325. Demostraremos que el Nuevo Testamento, escrito según todos los expertos en el siglo I, afirma inequívocamente, muchas veces y de muchas maneras, la divinidad de Cristo.
Antes de mostrar que las afirmaciones de los testigos de Jehová sobre el Hijo son contrarias a la Sagrada Escritura, subrayamos que esas afirmaciones son también contrarias a la razón: si el Hijo es verdaderamente un ser divino, entonces su esencia es la esencia divina y por lo tanto es Dios. La idea de un "ser divino distinto de Dios" es auto-contradictoria.

Nuestra reflexión tendrá dos partes principales: en la primera parte refutaremos los argumentos de los testigos de Jehová contra la divinidad de Cristo y en la segunda parte demostraremos que el Nuevo Testamento afirma la divinidad de Cristo.
Uno de los mayores errores teológicos acerca de la Santísima Trinidad es el subordinacionismo. Éste consiste en considerar que sólo el Padre es Dios, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo son criaturas excelsas, pero no divinas en sentido propio. El subordinacionismo fue sostenido en el siglo IV por herejes como Arrio y Macedonio. En buena medida los testigos de Jehová no han hecho más que actualizar la antigua herejía arriana, combatida entre otros por el gran San Atanasio y condenada finalmente por el Concilio de Nicea.

Al igual que Arrio, los testigos de Jehová se apoyan sobre todo en algunos textos bíblicos que parecen dar pie al subordinacionismo. A modo de ejemplo, citaremos 1 Corintios 8,6:
"Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros."
La explicación de este texto es necesariamente algo extensa. Dios es el Ser infinito e inmutable y por lo tanto el misterio de Dios revelado por Cristo es una verdad infinita e inmutable. Sin embargo los hombres, destinatarios de la Divina Revelación, somos seres finitos y mutables, que se desarrollan en la historia. Teniendo esto en cuenta, se comprende fácilmente que la auto-revelación de Dios a los hombres en la historia ha debido ocurrir a través de un largo proceso, gradual y progresivo; y que, incluso después que la historia de la revelación alcanzó su plenitud objetiva en Cristo, todavía ha de darse en la Iglesia una historia de la comprensión subjetiva de la revelación, un desarrollo de la doctrina cristiana. Por lo tanto no debe sorprendernos que en la Tradición de la Iglesia e incluso en la propia Biblia podamos comprobar una evolución del dogma y de la teología. Esto representa el cumplimiento de una promesa hecha por Jesús en la Última Cena: el mismo Espíritu Santo recuerda las palabras de Jesús a sus discípulos congregados en la Iglesia, les enseña su verdadero sentido y los guía hasta la verdad completa.
Teniendo todo esto en cuenta podemos comprender que, aunque en el Nuevo Testamento la palabra "Dios" designa la gran mayoría de las veces al Padre, esto no implica en modo alguno negar la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Hay muchas y excelentes razones para afirmar que la doctrina trinitaria está contenida implícitamente en la Divina Revelación transmitida por escrito en la Biblia y que por lo tanto la formulación explícita del dogma trinitario no es una corrupción sino un desarrollo auténtico de la doctrina cristiana.
Volvamos ahora 1 Corintios 8,6. En este pasaje, como en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, Jesucristo es llamado "Señor", un título que indica claramente su carácter divino. El equivalente hebreo del griego "Kyrios" (Señor) es "Adonai", la palabra que los judíos, al leer las Escrituras, utilizaban para sustituir el tetragrama sagrado, el impronunciable nombre de Dios. Los testigos de Jehová dan una exagerada importancia al uso de este nombre de Dios, pues según ellos es el único verdadero nombre de Dios. Por eso resulta irónico que el propio nombre de su secta refleje un viejo error de pronunciación: desde hace mucho tiempo se sabe que el tetragrama sagrado debe ser leído “Yahweh”, no “Jehová”.
Pues bien, 1 Corintios 8,6 no presenta a Jesús como un "señor" cualquiera, sino como el único Señor, identificando claramente su señorío con la ilimitada soberanía del único Dios. Esta interpretación, que resulta obligatoria cuando se considera el Nuevo Testamento en su conjunto, es reforzada aquí por el paralelismo planteado entre la relación del Padre con el mundo y los hombres y la relación del Hijo con el mundo y los hombres.

Otro “caballito de batalla” de los antiguos arrianos y los modernos testigos de Jehová es Proverbios 8,22: "Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas."
Los testigos razonan así: quien habla aquí es la Sabiduría de Dios. Cristo es la Sabiduría de Dios. Por lo tanto Cristo fue creado y no puede ser Dios.
Lo que dijimos antes sobre el carácter gradual y progresivo de la revelación nos permite comprender que en el Antiguo Testamento no haya una abierta revelación del misterio de Dios uno y trino, sino indicios de ese misterio, que sólo pueden ser apreciados como tales a la luz del Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento presenta a Dios como el misterio absoluto, que sin embargo se auto-manifiesta por medio de su "Palabra" y de su "Espíritu". La revelación del Nuevo Testamento nos permite identificar estas dos "mediaciones" con las personas divinas del Hijo y del Espíritu Santo, respectivamente.
La "Sabiduría" es otro de los atributos divinos que en algunos pasajes del Antiguo Testamento aparecen personificados, insinuando la doctrina de la Trinidad. Así ocurre por ejemplo en Proverbios 8,22. Sin embargo, no es correcto utilizar en forma anacrónica y acomodaticia este versículo como prueba de que el Hijo de Dios es una criatura. Con igual falta de lógica se podría usar los tres versículos siguientes del mismo capítulo del libro de los Proverbios para demostrar que el Hijo fue engendrado, no creado. El sentido literal de ese capítulo no se refiere al Hijo de Dios.

En general, los argumentos de los testigos de Jehová están basados en textos en los cuales Dios aparece como el Dios de Jesús (por ejemplo, los textos que mencionan que Jesús oraba a su Padre Dios). La refutación de estos argumentos a partir del dogma de la Encarnación es simple. Las objeciones de los testigos de Jehová serían válidas contra los monofisitas, herejes que negaban la naturaleza humana de Cristo y creían que Él tenía una sola naturaleza, la naturaleza divina. Pero los católicos y todos los verdaderos cristianos creemos que Cristo es una sola persona (el Hijo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, persona divina) con dos naturalezas reales y completas, la naturaleza humana y la naturaleza divina, unidas sin mezcla ni confusión, sin división ni separación, como dice la fórmula dogmática del Concilio de Calcedonia, del año 451. Es decir que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. En la Encarnación, el Hijo se hizo hombre sin dejar de ser Dios. A la única persona que recibe los nombres de Jesús, Cristo, Hijo de Dios y Señor se le pueden aplicar tanto las propiedades que corresponden a su naturaleza divina como las que corresponden a su naturaleza humana. Esto se denomina en el lenguaje teológico "comunicación de idiomas". Hoy se podría hablar de "comunión de propiedades". Por esto podemos decir por ejemplo que el hombre Jesús hizo milagros (algo que sólo Dios puede hacer) o que, en Cristo, Dios murió en la cruz (algo que sólo le puede pasar al hombre). También por esto podemos decir, con el Concilio de Éfeso, del año 431, que María es la Madre de Dios, puesto que es la Madre (según la generación humana) de Uno que es personalmente Dios.
Todo esto permite comprender que haya en el Nuevo Testamento algunos textos que aparentemente sugieren una subordinación del Hijo al Padre, mientras que otros manifiestan la igualdad del Padre y el Hijo. En unos casos se considera el punto de vista de la humanidad de Jesús y en otros casos el punto de vista de su divinidad. Ambos enfoques son complementarios, no contradictorios.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.

INTERVALO MUSICAL

Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida y Melo. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas, dudas y comentarios llamando por teléfono al 0352 0535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la controversia con los testigos de Jehová acerca de la divinidad de Cristo. Ya hemos refutado los argumentos de los testigos de Jehová. Ahora pasaremos a probar la divinidad de Cristo a partir de la Sagrada Escritura.

Hay muchas formas de demostrar la divinidad de Jesucristo a partir de la Biblia:
1. Una primera alternativa sería demostrar que la divinidad de Cristo está implícita en todo el Nuevo Testamento.
2. Una segunda alternativa surge de considerar que la resurrección de Jesús confirmó con testimonio divino su pretensión, expresada en sus palabras y obras, de ser el portador absoluto de la salvación y de ser igual a Dios.
3. Una tercera alternativa es la centrada en los milagros de Jesús, dado que éstos proporcionan una perspectiva privilegiada para reconocer su divinidad.
Por falta de tiempo, dejaremos de lado esas tres y otras alternativas posibles y seguiremos el camino más simple. Dado que los testigos de Jehová creen en la inspiración divina de la Biblia, lo más simple es recurrir directamente a la prueba escriturística: La Biblia enseña siempre la verdad. Y la Biblia enseña que el Hijo es Dios. Entonces verdaderamente el Hijo es Dios.

Para no extendernos demasiado, mencionaremos sólo siete textos del Nuevo Testamento que explicitan claramente que el Hijo es Dios:
· Juan 1,1: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios."
· Juan 20,28: "Tomás le contestó: `Señor mío y Dios mío´."
· Romanos 9,5: "y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén."
· Filipenses 2,5-11: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre."
· Tito 2,13: "aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo".
· Hebreos 1,8: "Pero del Hijo: `Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos´"
· Apocalipsis 1,8: "Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir´, el Todopoderoso."

Para eludir la evidente conclusión de que el Hijo es Dios, los testigos de Jehová proponen nuevas traducciones o nuevas interpretaciones del texto sagrado.
En cuanto a las nuevas traducciones de los testigos de Jehová, hay un amplísimo consenso entre expertos de todas las tendencias religiosas acerca de que la versión de la Biblia utilizada por los testigos (llamada "Traducción del Nuevo Mundo") ha introducido numerosas adulteraciones y tergiversaciones del texto bíblico, para tratar de ocultar las discordancias entre ese texto y la doctrina de la secta.
En cuanto a las nuevas interpretaciones de los testigos de Jehová, cabe subrayar que los testigos interpretan la Biblia fuera de toda la Tradición de la Iglesia, guiados únicamente por las autoridades de la secta, las cuales desde Charles Russell en adelante se han considerado a sí mismas (sin ningún fundamento) como únicos intérpretes autorizados de la Palabra de Dios.
Para no extendernos demasiado, nos concentraremos en un problema de traducción (el texto de Juan 1, la afirmación más directa de la divinidad del Hijo) y en un problema de exégesis (el texto de Filipenses, el más expresivo acerca de nuestro tema). Estos dos textos bastan y sobran para probar la divinidad del Hijo.

En primer lugar analicemos el texto de la carta de San Pablo a los Filipenses. Este texto magnífico, que sintetiza todo el misterio de Cristo, contiene un himno que muy probablemente es anterior a la obra escrita de San Pablo. Aquí se enuncian claramente, además de la preexistencia y la encarnación del Hijo, cuatro afirmaciones decisivas:
1. Cristo es de condición divina; es decir, Cristo es Dios. Los testigos de Jehová responden que este texto prueba que Jesucristo tiene naturaleza divina, pero no que es Dios. Además, aludiendo a 2 Pedro 1,4, sostienen que cuando nosotros aprendemos de Dios también nos hacemos "partícipes de la naturaleza divina". Si nosotros, que no somos Dios, tenemos naturaleza divina, -dicen los testigos de Jehová- el hecho de que Jesús tenga naturaleza divina no prueba que sea Dios. Esta réplica de los testigos desconoce algo fundamental: 2 Pedro 1,4 y la subsiguiente teología cristiana utilizan el concepto de "participación" en el sentido preciso que este término tenía en la antigua filosofía griega. Por ello es necesario distinguir entre "ser" de naturaleza divina y "participar" de la naturaleza divina. Ser de naturaleza divina es idéntico a ser Dios. Es el caso de Cristo. En cambio, decir que el cristiano "participa" de la naturaleza divina significa que, por un don libérrimo y gratuito de Dios, de un modo oculto ya en la tierra y de un modo manifiesto en el cielo, él puede conocer y amar como Dios conoce y ama, sin dejar de ser una creatura de Dios. Según la doctrina cristiana (a diferencia de la doctrina panteísta) la unión mística del ser humano con Dios no anula la infinita diferencia existente entre ambos.
2. Cristo es igual a Dios (el Padre). Por lo tanto Cristo es Dios como el Padre (no otro Dios, sino el mismo Dios). Cristo, "siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios". Esto significa que, a pesar de ser de naturaleza divina (o sea, a pesar de ser Dios), el Hijo renunció a manifestar visiblemente su igualdad con Dios al asumir la naturaleza humana en la Encarnación.
3. Dios (el Padre) concedió a Cristo "el Nombre que está sobre todo nombre", el santo e inefable nombre de Dios; por lo tanto, Cristo es Dios. Los testigos de Jehová responden que el texto citado no dice que el Nombre de Jesús está sobre el Nombre de Dios. Respondemos que obviamente nuestro texto no dice ese absurdo. Lo que dice es que Dios otorgó a Jesús “el Nombre que está sobre todo nombre". Es evidente que este Nombre es el Nombre de Dios, no un nombre que está por encima del Nombre de Dios. Los testigos de Jehová dicen que "el Nombre que está sobre todo nombre" está debajo del nombre de Dios, pero eso es exactamente lo contrario de lo que dice el texto sagrado.
4. Toda rodilla se debe doblar ante Cristo y toda lengua debe confesar que Él es el Señor (o sea, Dios). Las alusiones a Isaías 45,23 ("toda rodilla se doble", "y toda lengua confiese"), donde lo mismo se dice de Yahweh, subrayan aún más el carácter divino del título "Señor", de por sí evidente en este contexto.

En segundo lugar analicemos el texto del prólogo del Evangelio de Juan.
Los testigos de Jehová sostienen que la traducción correcta de Juan 1,1 es: "En el principio era la Palabra y la Palabra era hacia el Dios y la Palabra era un ser divino". Su argumento es que en el texto original griego la palabra “Dios” aparece la primera vez con artículo y la segunda vez sin artículo. Según ellos este “Dios” sin artículo no debe ser traducido como “Dios” sino como “un ser divino”.

Responderemos con tres argumentos:
1. La inmensa mayoría de los eruditos, a lo largo de dos milenios, a pesar de sus muy diversas tendencias religiosas y filosóficas, ha apoyado la traducción tradicional, que es una clara afirmación de la divinidad de Jesucristo. Los muy pocos eruditos que apoyan la traducción de los testigos de Jehová están alineados en la tendencia antitrinitaria.
2. Las traducciones del prólogo del Evangelio de Juan de los testigos de Jehová son incoherentes con su propia tesis. Dentro del mismo prólogo del Evangelio de Juan se nombra a Dios sin artículo otras cuatro veces. Pues bien, las ediciones del Nuevo Testamento de los Testigos de Jehová emplean en estas cuatro ocasiones la palabra "Dios", lo cual es correcto pero incompatible con su tesis. Se vuelve evidente entonces que el principio de traducción sostenido por los Testigos de Jehová es una invención ad hoc para acomodar el texto de Juan 1,1 a su propia doctrina.
3. El prólogo del Evangelio de Juan termina en Juan 1,18:
"A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado."
Sin embargo en la tradición de los manuscritos antiguos existe una variante: En algunos manuscritos se lee "un Dios Hijo único" en lugar de "el Hijo único". La única explicación plausible de esta variante es ésta: los dos textos expresan con distintas palabras una de las creencias fundamentales de la comunidad cristiana primitiva.
En conclusión: si bien es cierto que por lo común la palabra "Theòs" en el Nuevo Testamento designa al Padre, es también claro que Juan 1,1 es una de las excepciones. Juan 1,1 identifica de la manera más formal posible a la Palabra (el Hijo) con Dios. Evidentemente esto no significa que el Hijo es el Padre, sino que el Hijo es Dios como el Padre (un mismo Dios, no un segundo Dios).

Querido amigo, querida amiga:
Si tú eres testigo de Jehová, te invito a abrir tu mente al verdadero contenido de la Biblia, transmitido durante dos milenios por la Iglesia fundada por el mismo Jesucristo. Unos dos mil millones de cristianos (católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes) se mantienen fieles hoy a un aspecto capital de la revelación bíblica: la divinidad de Cristo. Reflexiona sobre los argumentos que hemos expuesto y pregúntate si tienes razones sólidas para oponerte a ese consenso universal de las Iglesias y comunidades eclesiales cristianas.
Si tú eres cristiano, te exhorto a profundizar tus conocimientos bíblicos para que estés en condiciones de dar razón de tu esperanza a todo aquel que te lo pida. Ruego a Dios que, por la intercesión de la Virgen María, Madre de Dios, la lectura y el estudio de la Biblia fortalezcan en ti la fe en la divinidad de su Hijo Jesucristo y te impulsen a dar testimonio de Él con tus palabras y tus obras.

Damos fin al cuarto programa de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.

Daniel Iglesias Grèzes
4 de abril de 2006.

Vea mis estadí­sticas
Búsqueda personalizada