Programa Nº 8: La existencia de Dios
Muy buenas noches. Damos inicio al programa Nº 8 de “Verdades de Fe”.
Les habla Daniel Iglesias. Estaré dialogando con ustedes hasta las 22:00.
Este programa se transmite por Radio María Uruguay desde Florida y Melo, y por Internet en www.radiomaria.org.uy. Puedes enviarnos tus comentarios, sugerencias o críticas al teléfono 0352 0535 o al mail info.ury@radiomaria.org.
En el programa Nº 2 presentamos varias demostraciones de la existencia de Dios. El programa de hoy estará dedicado a refutar las principales objeciones contra la existencia de Dios.
En primer lugar consideraremos la objeción materialista. Los materialistas razonan de la siguiente manera: Todo lo que existe es material. Dios no es material. Por lo tanto, Dios no existe.
La refutación de la objeción materialista es sencilla. El axioma básico del materialismo (o sea, la afirmación de que todo es material) debe ser rechazado, al menos por las siguientes dos razones:
1. Esta afirmación del materialista acerca del "todo" es completamente infundada, por lo cual corresponde aplicar aquí la conocida regla dialéctica de los escolásticos: lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba.
2. Existen muchas realidades conocidas por el hombre (por ejemplo, el conocimiento humano y la libertad humana) acerca de las cuales no se puede alegar con algún sentido que sean realidades materiales. Es decir, no existe ninguna noción inteligible de "materia" que abarque esa clase de realidades.
En segundo lugar consideraremos la objeción cientificista. Los cientificistas razonan de la siguiente manera: Todo lo que existe es susceptible de verificación por medio del método científico. La existencia de Dios no es científicamente verificable. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar esta objeción debemos tener en cuenta que el concepto de "ciencia" utilizado por el cientificista incluye sólo las ciencias particulares (matemática, física, química, biología, etc.) y excluye las ciencias universales (filosofía y teología).
De la premisa que afirma que todo lo que existe es susceptible de verificación por medio del método científico se deduce esta otra afirmación: sólo el conocimiento científico es verdadero conocimiento. Esta afirmación es autocontradictoria y por lo tanto falsa. La contradicción está en que, al negar la existencia de afirmaciones verdaderas no fundadas en la ciencia, se está haciendo una afirmación (supuestamente verdadera) no fundada en la ciencia, sino en una falsa filosofía. Es decir, ninguna ciencia particular demuestra ni puede demostrar que el único conocimiento válido es el conocimiento científico. De aquí se deducen la falsedad de la premisa mayor de la objeción cientificista y, por consiguiente, la invalidez de esa objeción.
Por otra parte, la objeción cientificista puede reducirse a la objeción materialista, que refutamos antes, porque sólo puede comprobarse experimentalmente lo que es material.
Consideremos ahora lo que denominaremos la “objeción lógica”. La forma más general de esta objeción es la siguiente: La noción de “ser infinito” es absurda, porque implica la predicación simultánea de atributos contradictorios entre sí. La noción de “Dios” incluye la noción de “ser infinito”. Por lo tanto, la noción de “Dios” es absurda y Dios no existe.
Para refutar la objeción lógica debemos refutar su premisa mayor, la que afirma el carácter absurdo de la noción de “ser infinito”. Esta premisa sólo es válida contra la noción panteísta del Ser infinito, no contra la correspondiente noción cristiana. El Ser infinito de la fe cristiana no es el conjunto de todos los entes, sino la Causa primera (incausada) del ser y del devenir de todos los demás entes (los entes creados). Los entes creados son realmente distintos de Dios, por lo cual en el cristianismo, a diferencia del panteísmo, no hay ninguna razón para afirmar que Dios sea a la vez (por ejemplo) sabio e ignorante, misericordioso y cruel, poderoso y débil, etc.
Entre el ser de Dios y el ser de las criaturas hay analogía, es decir, semejanza en un sentido y desemejanza en otro. Las propiedades trascendentales del ser (unidad, verdad, bondad, belleza) corresponden también a Dios, pero no conocemos el modo infinito que estas propiedades tienen en Dios. Por estas razones, hay tres vías para el conocimiento de los atributos divinos: causalidad, negación y eminencia. Veamos esto a través de un ejemplo.
· Causalidad: la bondad de Dios es la causa primera de la bondad de las criaturas; hay una semejanza entre la Causa divina y el efecto creado.
· Negación: la bondad de Dios no es igual a la bondad de las criaturas; también hay una desemejanza entre la Causa divina y el efecto creado.
· Eminencia: la bondad de Dios es eminente, infinita; he aquí por qué la desemejanza entre Dios y los seres creados (finitos) es mayor que la semejanza.
Veamos ahora la objeción que podríamos denominar “cosmológica”. En este caso el razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir un mundo imperfecto. El mundo es imperfecto. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción cosmológica debemos refutar su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la existencia de un mundo imperfecto. Lo cierto es precisamente lo contrario a lo afirmado por esta premisa: Si Dios existe, entonces no puede crear un mundo absolutamente perfecto, porque un ser absolutamente perfecto es un ser divino. Si Dios hubiese creado un mundo perfectísimo, habría creado un segundo Dios. Pero no puede haber dos dioses distintos, porque entonces ninguno de ellos sería Dios, el Ser perfectísimo, ya que a cada uno de ellos le faltaría algo de la perfección del otro. Por lo tanto, si Dios crea un mundo, necesariamente debe crear un mundo con alguna clase de imperfección.
Además, Dios no puede crear otro dios, porque la misma noción de "dios creado" es absurda, dado que un dios creado debería ser a la vez incausado y causado. Esto no supone ninguna limitación de la omnipotencia divina, porque ésta abarca todo lo posible, es decir todo lo que en sí mismo no implica contradicción.
Veamos ahora la objeción que podríamos denominar “moral”. En este caso el razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir el mal. El mal existe. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción moral debemos refutar su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la existencia del mal. Aquí podemos aplicar otra vez la regla que mencionamos al principio: lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba. La afirmación de que el mal no puede existir si Dios existe es completamente infundada.
El mal es una imperfección, pero no cualquier imperfección es un mal. Se llama "mal" a aquella imperfección que priva a un ser de una perfección que en principio le correspondería según su naturaleza. Por ejemplo, carecer de vista no es un mal para una piedra, pero es un mal para un león.
El mal no es un ser, sino una carencia o privación de ser. Existen dos grandes clases de males: los males físicos (como el dolor y la muerte) y los males morales (los pecados o actos humanos malos).
Todo lo que Dios ha creado es bueno. Dios no es el autor del mal, pero permite el mal, por razones que Él, en su infinita sabiduría, puede juzgar muchísimo mejor que nosotros. No tiene sentido que el hombre pretenda erigirse en juez de Dios y de su obra creadora. Además, negar la existencia de Dios no hace que la existencia del mal sea más comprensible; por el contrario, la vuelve totalmente incomprensible.
Podemos comprender algunas de las razones por las cuales Dios permite el mal (físico o moral):
1. En el orden biológico el dolor cumple la finalidad de informar al ser vivo acerca de alguna realidad amenazadora.
2. La muerte de las plantas y de los animales irracionales no frustra absolutamente su razón de ser, el cumplimiento de su función dentro del cosmos.
3. A pesar de las apariencias, a menudo el sufrimiento humano contribuye de un modo misterioso pero real al desarrollo humano integral. El dolor puede desempeñar un rol positivo dentro del plan de la Divina Providencia, orientado a la salvación del hombre.
4. La muerte del ser humano no es su aniquilación, sino su entrada en la vida eterna, que da pleno sentido a su vida terrena y sus sufrimientos.
5. Exceptuando el caso particularísimo de Jesús de Nazaret, podemos decir que, tal como las cosas son de hecho, si un hombre, durante su vida terrena, no pudiera hacer el mal, tampoco podría hacer el bien. La libertad es la grandeza del hombre, pero también su riesgo. Dios no ha querido crear robots o esclavos, sino seres hechos a su imagen y semejanza, destinados a ser sus hijos y a participar de la naturaleza divina.
La respuesta más profunda al problema del mal no está en ningún razonamiento, sino en el testimonio de amor de Cristo, crucificado por nuestros pecados. Jesús crucificado nos enseña que el amor de Dios no nos libra de todo mal, sino que nos libra en todo mal, preservándonos del único mal absoluto, el rechazo de Dios.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida y Melo. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono 0352 0535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la refutación de las objeciones contra la existencia de Dios. Ya hemos presentado y refutado cinco objeciones que denominamos la objeción materialista, la objeción cientificista, la objeción lógica, la objeción cosmológica y la objeción moral. En esta segunda parte presentaremos y refutaremos otras dos objeciones comunes contra la existencia de Dios.
Veamos ahora la objeción antropológica. El razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir ningún ser libre distinto de Dios, porque el conocimiento infinito y la libertad infinita de Dios anularían la libertad finita de los demás seres libres. El hombre es un ser libre distinto de Dios. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción antropológica, examinaremos los dos posibles intentos de justificación de su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la libertad finita de los demás seres libres, en particular del hombre.
El primer intento opone el conocimiento infinito de Dios a la libertad del hombre: Dios es omnisciente y eterno. Por lo tanto Dios conoce simultáneamente todos los sucesos pasados, presentes y futuros, incluyendo los actos futuros de los hombres. De esta manera los predeterminaría e impediría que sean actos libres. El error de esta argumentación está en confundir precognición con predeterminación. Dios puede conocer un acto humano futuro sin eliminar su carácter de acto libre.
El segundo intento opone la acción creadora de Dios a la libertad del hombre: Dios no sólo conoce todos los sucesos, sino que es su causa primera. Por lo tanto la determinación última de los actos humanos estaría sólo en Dios, no en el hombre. Entonces, si Dios existe, el hombre pierde su libertad. El error de esta argumentación está en oponer la libertad infinita de Dios y la libertad finita del hombre y en confundir los modos en que estas dos libertades operan. La libertad de Dios y la libertad del hombre no se oponen ni operan en el mismo plano. Dios es la Causa primera de todo lo que existe, incluyendo los actos humanos; pero la Causa divina no suprime las causas creadas. Dios ha querido que existan causas segundas y que éstas sean realmente causas, no meras apariencias. En un acto humano no podemos separar una parte que provendría de Dios como Causa primera de otra parte que provendría del hombre como causa segunda. Todo acto humano procede enteramente de Dios y enteramente del hombre, pero de tal modo que los planos de acción de ambas causas no se confunden ni se oponen. El hecho de que no podamos comprender plenamente cómo se realiza esta cooperación entre Dios y el hombre no implica que ésta sea irracional sino que ejemplifica la finitud de la razón humana.
Veamos ahora una objeción contra la existencia de Dios que se disfraza bajo la forma de una simple pregunta: ¿Quién creó a Dios? El razonamiento es el siguiente: La doctrina cristiana sobre Dios Creador del universo es inconsistente. A partir del principio de que todo ente tiene una causa, los cristianos deducen que el mundo ha sido creado por Dios. Pero entonces, ¿quién creó a Dios? Frente a esta pregunta sólo caben tres respuestas posibles, todas ellas inadmisibles:
1) Dios fue creado por otro ser distinto de Él. En este caso Dios no sería el Ser Supremo de la religión cristiana.
2) Dios se creó a Sí mismo. Esto es absurdo, porque nadie puede crearse a sí mismo.
3) La creación de Dios es un misterio sobrenatural, incomprensible para el hombre. Esto equivale a eludir arbitrariamente la dificultad de dar una respuesta racional a la cuestión.
Según los que plantean esta objeción, los cristianos oscilarían entre las respuestas segunda y tercera.
Pasemos a refutar esta objeción. Las pruebas clásicas de la existencia de Dios (las "cinco vías" de Santo Tomás de Aquino) están basadas en dos principios metafísicos evidentes: el principio de razón de ser y el principio de causalidad. Ninguno de los dos afirma que "todo ente tiene una causa", como suponen los objetantes. De hecho la proposición "todo ente tiene una causa" es falsa.
El principio de causalidad no afirma que todo ente tiene una causa, sino algo muy diferente: que todo ente contingente tiene una causa. Se define como ser contingente al ser que es y puede no ser y se define como ser necesario al ser que es y no puede no ser.
Según el principio de razón de ser, todo ente (incluso Dios) tiene una razón de ser, no necesariamente una causa. Un ente puede tener su razón de ser en sí mismo o en otro ente. Si un ente tiene su razón de ser en otro ente (su causa) entonces es causado (por definición). Si un ente tiene su razón de ser en sí mismo, entonces no tiene ni necesita tener una causa. En este caso es incausado (por definición).
La filosofía tomista demuestra por una parte que los conceptos de ente incausado y de ente necesario se implican mutuamente y por otra parte que los conceptos de ente causado y de ente contingente se implican mutuamente.
Cada una de las "cinco vías" parte de un dato de la experiencia: existen entes con características tales que denotan su contingencia. A partir de este dato, aplicando sistemáticamente el principio metafísico de causalidad y excluyendo una regresión infinita en la sucesión de causas, se deduce que existe un Ser necesario, al que llamamos "Dios", que es la Causa Primera de todo ente contingente. Se demuestra además que este Dios es el Ser absoluto, el Ser que existe por Sí mismo, el Ser cuya existencia coincide con su esencia, que es único, que es el Creador del mundo etc.
Dado que Dios no es contingente, no se le puede aplicar el principio de causalidad. Dios es el Ser necesario, el Ser incausado. No tiene ni necesita una causa porque existe por Sí mismo. Él es su propia razón de ser. Por lo mismo también es el Ser increado.
Ahora podemos ver que la pregunta "¿Quién creó a Dios?" (o su versión más filosófica: "¿Cuál es la causa del ser de Dios?") admite una cuarta respuesta posible, la verdadera respuesta cristiana: nada ni nadie creó a Dios ni causó el ser de Dios, porque Dios es el Ser incausado e increado.
Es verdad que Dios no pudo crearse a Sí mismo ni ser la causa de su propio ser. La autocreación y la autocausación son conceptos contradictorios en sí mismos. En términos tomistas estos conceptos suponen que un mismo ser podría ser a la vez y en el mismo sentido un ser en acto y un ser en potencia, lo cual es imposible. La absurda noción de Dios como causa de sí mismo no proviene de la teología escolástica medieval sino de la teología racionalista del siglo XVII.
También es verdad que debemos dar una respuesta racional a la objeción y no escudarnos en el misterio de Dios. Pero la respuesta correcta no es que Dios fue creado quién sabe cómo, sino que no fue creado ni necesitó ser creado.
La pregunta u objeción "¿Quién creó a Dios?", tan clásica y tan infantil a la vez, supone una profunda incomprensión de la teología cristiana. Quien esto objeta ni siquiera ha comenzado a comprender el significado cristiano de la palabra "Dios".
Querido amigo, querida amiga:
La fe en Dios no es un sentimiento irracional, sino un acto que, aunque supera infinitamente a la razón, tiene fundamentos racionales. La luz sobrenatural de la fe no contradice ni anula la luz natural de la razón humana, sino que la supone y la perfecciona.
Hemos visto que es posible demostrar filosóficamente la existencia de Dios y algunos de Sus atributos y que las objeciones contra la existencia de Dios carecen de validez y pueden ser refutadas sin mayores dificultades.
Si eres no creyente, te invito a reconocer el carácter profundamente razonable de la fe cristiana. Deja de lado todos los prejuicios y lugares comunes de la crítica anticristiana y adéntrate en la riquísima tradición del pensamiento cristiano. Con el tiempo, cuando te hayas familiarizado con su lenguaje y su contenido, podrás comprobar por ti mismo cuán infundado es el desprecio que los racionalistas sienten por el cristianismo y cuánto más racional es la fe cristiana que las alternativas o sucedáneos que se proponen para suplantarla.
Si eres creyente, te invito a dejar atrás todos tus posibles complejos o sentimientos de inferioridad frente a la ciencia mundana. Aunque sea considerada como una locura por algunos de los sabios de este mundo, la fe cristiana es la adhesión a la verdadera sabiduría, la Sabiduría de Dios revelada a los hombres en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Toda ciencia mundana no es más que un preámbulo que prepara al hombre para la forma suprema de conocimiento, que es la participación en el conocimiento del mismo Dios. Por la intercesión de la Virgen María, Sede de la Sabiduría, ruego a Dios que te conceda enfrentar las dificultades intelectuales que se plantean a la fe cristiana, evitando caer en la tentación de la duda o la increencia y profundizando cada vez más tu fe en Él.
Damos fin al programa Nº 8 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
2 de mayo de 2006.
Les habla Daniel Iglesias. Estaré dialogando con ustedes hasta las 22:00.
Este programa se transmite por Radio María Uruguay desde Florida y Melo, y por Internet en www.radiomaria.org.uy. Puedes enviarnos tus comentarios, sugerencias o críticas al teléfono 0352 0535 o al mail info.ury@radiomaria.org.
En el programa Nº 2 presentamos varias demostraciones de la existencia de Dios. El programa de hoy estará dedicado a refutar las principales objeciones contra la existencia de Dios.
En primer lugar consideraremos la objeción materialista. Los materialistas razonan de la siguiente manera: Todo lo que existe es material. Dios no es material. Por lo tanto, Dios no existe.
La refutación de la objeción materialista es sencilla. El axioma básico del materialismo (o sea, la afirmación de que todo es material) debe ser rechazado, al menos por las siguientes dos razones:
1. Esta afirmación del materialista acerca del "todo" es completamente infundada, por lo cual corresponde aplicar aquí la conocida regla dialéctica de los escolásticos: lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba.
2. Existen muchas realidades conocidas por el hombre (por ejemplo, el conocimiento humano y la libertad humana) acerca de las cuales no se puede alegar con algún sentido que sean realidades materiales. Es decir, no existe ninguna noción inteligible de "materia" que abarque esa clase de realidades.
En segundo lugar consideraremos la objeción cientificista. Los cientificistas razonan de la siguiente manera: Todo lo que existe es susceptible de verificación por medio del método científico. La existencia de Dios no es científicamente verificable. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar esta objeción debemos tener en cuenta que el concepto de "ciencia" utilizado por el cientificista incluye sólo las ciencias particulares (matemática, física, química, biología, etc.) y excluye las ciencias universales (filosofía y teología).
De la premisa que afirma que todo lo que existe es susceptible de verificación por medio del método científico se deduce esta otra afirmación: sólo el conocimiento científico es verdadero conocimiento. Esta afirmación es autocontradictoria y por lo tanto falsa. La contradicción está en que, al negar la existencia de afirmaciones verdaderas no fundadas en la ciencia, se está haciendo una afirmación (supuestamente verdadera) no fundada en la ciencia, sino en una falsa filosofía. Es decir, ninguna ciencia particular demuestra ni puede demostrar que el único conocimiento válido es el conocimiento científico. De aquí se deducen la falsedad de la premisa mayor de la objeción cientificista y, por consiguiente, la invalidez de esa objeción.
Por otra parte, la objeción cientificista puede reducirse a la objeción materialista, que refutamos antes, porque sólo puede comprobarse experimentalmente lo que es material.
Consideremos ahora lo que denominaremos la “objeción lógica”. La forma más general de esta objeción es la siguiente: La noción de “ser infinito” es absurda, porque implica la predicación simultánea de atributos contradictorios entre sí. La noción de “Dios” incluye la noción de “ser infinito”. Por lo tanto, la noción de “Dios” es absurda y Dios no existe.
Para refutar la objeción lógica debemos refutar su premisa mayor, la que afirma el carácter absurdo de la noción de “ser infinito”. Esta premisa sólo es válida contra la noción panteísta del Ser infinito, no contra la correspondiente noción cristiana. El Ser infinito de la fe cristiana no es el conjunto de todos los entes, sino la Causa primera (incausada) del ser y del devenir de todos los demás entes (los entes creados). Los entes creados son realmente distintos de Dios, por lo cual en el cristianismo, a diferencia del panteísmo, no hay ninguna razón para afirmar que Dios sea a la vez (por ejemplo) sabio e ignorante, misericordioso y cruel, poderoso y débil, etc.
Entre el ser de Dios y el ser de las criaturas hay analogía, es decir, semejanza en un sentido y desemejanza en otro. Las propiedades trascendentales del ser (unidad, verdad, bondad, belleza) corresponden también a Dios, pero no conocemos el modo infinito que estas propiedades tienen en Dios. Por estas razones, hay tres vías para el conocimiento de los atributos divinos: causalidad, negación y eminencia. Veamos esto a través de un ejemplo.
· Causalidad: la bondad de Dios es la causa primera de la bondad de las criaturas; hay una semejanza entre la Causa divina y el efecto creado.
· Negación: la bondad de Dios no es igual a la bondad de las criaturas; también hay una desemejanza entre la Causa divina y el efecto creado.
· Eminencia: la bondad de Dios es eminente, infinita; he aquí por qué la desemejanza entre Dios y los seres creados (finitos) es mayor que la semejanza.
Veamos ahora la objeción que podríamos denominar “cosmológica”. En este caso el razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir un mundo imperfecto. El mundo es imperfecto. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción cosmológica debemos refutar su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la existencia de un mundo imperfecto. Lo cierto es precisamente lo contrario a lo afirmado por esta premisa: Si Dios existe, entonces no puede crear un mundo absolutamente perfecto, porque un ser absolutamente perfecto es un ser divino. Si Dios hubiese creado un mundo perfectísimo, habría creado un segundo Dios. Pero no puede haber dos dioses distintos, porque entonces ninguno de ellos sería Dios, el Ser perfectísimo, ya que a cada uno de ellos le faltaría algo de la perfección del otro. Por lo tanto, si Dios crea un mundo, necesariamente debe crear un mundo con alguna clase de imperfección.
Además, Dios no puede crear otro dios, porque la misma noción de "dios creado" es absurda, dado que un dios creado debería ser a la vez incausado y causado. Esto no supone ninguna limitación de la omnipotencia divina, porque ésta abarca todo lo posible, es decir todo lo que en sí mismo no implica contradicción.
Veamos ahora la objeción que podríamos denominar “moral”. En este caso el razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir el mal. El mal existe. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción moral debemos refutar su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la existencia del mal. Aquí podemos aplicar otra vez la regla que mencionamos al principio: lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba. La afirmación de que el mal no puede existir si Dios existe es completamente infundada.
El mal es una imperfección, pero no cualquier imperfección es un mal. Se llama "mal" a aquella imperfección que priva a un ser de una perfección que en principio le correspondería según su naturaleza. Por ejemplo, carecer de vista no es un mal para una piedra, pero es un mal para un león.
El mal no es un ser, sino una carencia o privación de ser. Existen dos grandes clases de males: los males físicos (como el dolor y la muerte) y los males morales (los pecados o actos humanos malos).
Todo lo que Dios ha creado es bueno. Dios no es el autor del mal, pero permite el mal, por razones que Él, en su infinita sabiduría, puede juzgar muchísimo mejor que nosotros. No tiene sentido que el hombre pretenda erigirse en juez de Dios y de su obra creadora. Además, negar la existencia de Dios no hace que la existencia del mal sea más comprensible; por el contrario, la vuelve totalmente incomprensible.
Podemos comprender algunas de las razones por las cuales Dios permite el mal (físico o moral):
1. En el orden biológico el dolor cumple la finalidad de informar al ser vivo acerca de alguna realidad amenazadora.
2. La muerte de las plantas y de los animales irracionales no frustra absolutamente su razón de ser, el cumplimiento de su función dentro del cosmos.
3. A pesar de las apariencias, a menudo el sufrimiento humano contribuye de un modo misterioso pero real al desarrollo humano integral. El dolor puede desempeñar un rol positivo dentro del plan de la Divina Providencia, orientado a la salvación del hombre.
4. La muerte del ser humano no es su aniquilación, sino su entrada en la vida eterna, que da pleno sentido a su vida terrena y sus sufrimientos.
5. Exceptuando el caso particularísimo de Jesús de Nazaret, podemos decir que, tal como las cosas son de hecho, si un hombre, durante su vida terrena, no pudiera hacer el mal, tampoco podría hacer el bien. La libertad es la grandeza del hombre, pero también su riesgo. Dios no ha querido crear robots o esclavos, sino seres hechos a su imagen y semejanza, destinados a ser sus hijos y a participar de la naturaleza divina.
La respuesta más profunda al problema del mal no está en ningún razonamiento, sino en el testimonio de amor de Cristo, crucificado por nuestros pecados. Jesús crucificado nos enseña que el amor de Dios no nos libra de todo mal, sino que nos libra en todo mal, preservándonos del único mal absoluto, el rechazo de Dios.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida y Melo. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono 0352 0535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la refutación de las objeciones contra la existencia de Dios. Ya hemos presentado y refutado cinco objeciones que denominamos la objeción materialista, la objeción cientificista, la objeción lógica, la objeción cosmológica y la objeción moral. En esta segunda parte presentaremos y refutaremos otras dos objeciones comunes contra la existencia de Dios.
Veamos ahora la objeción antropológica. El razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir ningún ser libre distinto de Dios, porque el conocimiento infinito y la libertad infinita de Dios anularían la libertad finita de los demás seres libres. El hombre es un ser libre distinto de Dios. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar la objeción antropológica, examinaremos los dos posibles intentos de justificación de su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la libertad finita de los demás seres libres, en particular del hombre.
El primer intento opone el conocimiento infinito de Dios a la libertad del hombre: Dios es omnisciente y eterno. Por lo tanto Dios conoce simultáneamente todos los sucesos pasados, presentes y futuros, incluyendo los actos futuros de los hombres. De esta manera los predeterminaría e impediría que sean actos libres. El error de esta argumentación está en confundir precognición con predeterminación. Dios puede conocer un acto humano futuro sin eliminar su carácter de acto libre.
El segundo intento opone la acción creadora de Dios a la libertad del hombre: Dios no sólo conoce todos los sucesos, sino que es su causa primera. Por lo tanto la determinación última de los actos humanos estaría sólo en Dios, no en el hombre. Entonces, si Dios existe, el hombre pierde su libertad. El error de esta argumentación está en oponer la libertad infinita de Dios y la libertad finita del hombre y en confundir los modos en que estas dos libertades operan. La libertad de Dios y la libertad del hombre no se oponen ni operan en el mismo plano. Dios es la Causa primera de todo lo que existe, incluyendo los actos humanos; pero la Causa divina no suprime las causas creadas. Dios ha querido que existan causas segundas y que éstas sean realmente causas, no meras apariencias. En un acto humano no podemos separar una parte que provendría de Dios como Causa primera de otra parte que provendría del hombre como causa segunda. Todo acto humano procede enteramente de Dios y enteramente del hombre, pero de tal modo que los planos de acción de ambas causas no se confunden ni se oponen. El hecho de que no podamos comprender plenamente cómo se realiza esta cooperación entre Dios y el hombre no implica que ésta sea irracional sino que ejemplifica la finitud de la razón humana.
Veamos ahora una objeción contra la existencia de Dios que se disfraza bajo la forma de una simple pregunta: ¿Quién creó a Dios? El razonamiento es el siguiente: La doctrina cristiana sobre Dios Creador del universo es inconsistente. A partir del principio de que todo ente tiene una causa, los cristianos deducen que el mundo ha sido creado por Dios. Pero entonces, ¿quién creó a Dios? Frente a esta pregunta sólo caben tres respuestas posibles, todas ellas inadmisibles:
1) Dios fue creado por otro ser distinto de Él. En este caso Dios no sería el Ser Supremo de la religión cristiana.
2) Dios se creó a Sí mismo. Esto es absurdo, porque nadie puede crearse a sí mismo.
3) La creación de Dios es un misterio sobrenatural, incomprensible para el hombre. Esto equivale a eludir arbitrariamente la dificultad de dar una respuesta racional a la cuestión.
Según los que plantean esta objeción, los cristianos oscilarían entre las respuestas segunda y tercera.
Pasemos a refutar esta objeción. Las pruebas clásicas de la existencia de Dios (las "cinco vías" de Santo Tomás de Aquino) están basadas en dos principios metafísicos evidentes: el principio de razón de ser y el principio de causalidad. Ninguno de los dos afirma que "todo ente tiene una causa", como suponen los objetantes. De hecho la proposición "todo ente tiene una causa" es falsa.
El principio de causalidad no afirma que todo ente tiene una causa, sino algo muy diferente: que todo ente contingente tiene una causa. Se define como ser contingente al ser que es y puede no ser y se define como ser necesario al ser que es y no puede no ser.
Según el principio de razón de ser, todo ente (incluso Dios) tiene una razón de ser, no necesariamente una causa. Un ente puede tener su razón de ser en sí mismo o en otro ente. Si un ente tiene su razón de ser en otro ente (su causa) entonces es causado (por definición). Si un ente tiene su razón de ser en sí mismo, entonces no tiene ni necesita tener una causa. En este caso es incausado (por definición).
La filosofía tomista demuestra por una parte que los conceptos de ente incausado y de ente necesario se implican mutuamente y por otra parte que los conceptos de ente causado y de ente contingente se implican mutuamente.
Cada una de las "cinco vías" parte de un dato de la experiencia: existen entes con características tales que denotan su contingencia. A partir de este dato, aplicando sistemáticamente el principio metafísico de causalidad y excluyendo una regresión infinita en la sucesión de causas, se deduce que existe un Ser necesario, al que llamamos "Dios", que es la Causa Primera de todo ente contingente. Se demuestra además que este Dios es el Ser absoluto, el Ser que existe por Sí mismo, el Ser cuya existencia coincide con su esencia, que es único, que es el Creador del mundo etc.
Dado que Dios no es contingente, no se le puede aplicar el principio de causalidad. Dios es el Ser necesario, el Ser incausado. No tiene ni necesita una causa porque existe por Sí mismo. Él es su propia razón de ser. Por lo mismo también es el Ser increado.
Ahora podemos ver que la pregunta "¿Quién creó a Dios?" (o su versión más filosófica: "¿Cuál es la causa del ser de Dios?") admite una cuarta respuesta posible, la verdadera respuesta cristiana: nada ni nadie creó a Dios ni causó el ser de Dios, porque Dios es el Ser incausado e increado.
Es verdad que Dios no pudo crearse a Sí mismo ni ser la causa de su propio ser. La autocreación y la autocausación son conceptos contradictorios en sí mismos. En términos tomistas estos conceptos suponen que un mismo ser podría ser a la vez y en el mismo sentido un ser en acto y un ser en potencia, lo cual es imposible. La absurda noción de Dios como causa de sí mismo no proviene de la teología escolástica medieval sino de la teología racionalista del siglo XVII.
También es verdad que debemos dar una respuesta racional a la objeción y no escudarnos en el misterio de Dios. Pero la respuesta correcta no es que Dios fue creado quién sabe cómo, sino que no fue creado ni necesitó ser creado.
La pregunta u objeción "¿Quién creó a Dios?", tan clásica y tan infantil a la vez, supone una profunda incomprensión de la teología cristiana. Quien esto objeta ni siquiera ha comenzado a comprender el significado cristiano de la palabra "Dios".
Querido amigo, querida amiga:
La fe en Dios no es un sentimiento irracional, sino un acto que, aunque supera infinitamente a la razón, tiene fundamentos racionales. La luz sobrenatural de la fe no contradice ni anula la luz natural de la razón humana, sino que la supone y la perfecciona.
Hemos visto que es posible demostrar filosóficamente la existencia de Dios y algunos de Sus atributos y que las objeciones contra la existencia de Dios carecen de validez y pueden ser refutadas sin mayores dificultades.
Si eres no creyente, te invito a reconocer el carácter profundamente razonable de la fe cristiana. Deja de lado todos los prejuicios y lugares comunes de la crítica anticristiana y adéntrate en la riquísima tradición del pensamiento cristiano. Con el tiempo, cuando te hayas familiarizado con su lenguaje y su contenido, podrás comprobar por ti mismo cuán infundado es el desprecio que los racionalistas sienten por el cristianismo y cuánto más racional es la fe cristiana que las alternativas o sucedáneos que se proponen para suplantarla.
Si eres creyente, te invito a dejar atrás todos tus posibles complejos o sentimientos de inferioridad frente a la ciencia mundana. Aunque sea considerada como una locura por algunos de los sabios de este mundo, la fe cristiana es la adhesión a la verdadera sabiduría, la Sabiduría de Dios revelada a los hombres en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Toda ciencia mundana no es más que un preámbulo que prepara al hombre para la forma suprema de conocimiento, que es la participación en el conocimiento del mismo Dios. Por la intercesión de la Virgen María, Sede de la Sabiduría, ruego a Dios que te conceda enfrentar las dificultades intelectuales que se plantean a la fe cristiana, evitando caer en la tentación de la duda o la increencia y profundizando cada vez más tu fe en Él.
Damos fin al programa Nº 8 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
2 de mayo de 2006.
4 Comments:
Estimado Iglesias: del texto rescato dos fragmentos interesantes
"Si Dios hubiese creado un mundo perfectísimo, habría creado un segundo Dios. Pero no puede haber dos dioses distintos, porque entonces ninguno de ellos sería Dios, el Ser perfectísimo, ya que a cada uno de ellos le faltaría algo de la perfección del otro. Por lo tanto, si Dios crea un mundo, necesariamente debe crear un mundo con alguna clase de imperfección."
"lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba."
Creo que no es necesario agregar nada más
Estimado lector anónimo:
El primer fragmento que citas no es una afirmación gratuita sino un argumento clarísimo.
Dios no es un ente cualquiera, que pueda ser contado como un ente más dentro del conjunto de todos los entes. No hay "más ser" después de la creación del universo por parte de Dios que "antes", cuando sólo Dios existía.
Dios es el Ser absoluto, totalmente incondicionado, el mismo Ser subsistente. Si hubiera dos dioses A y B, habría que definir a A como el ser divino distinto de B y a B como el ser divino distinto de A. Pero esas condiciones ("distinto de A", "distinto de B") harían que A y B no fueran ya Dios, el Ser incondicionado, carente de toda limitación. Dos dioses serían infinitamente menos que un solo Dios.
Esta argumentación bastante obvia ha sido percibido claramente por el sentido común de la humanidad. Hoy el politeísmo subsiste apenas como un residuo del pensamiento primitivo. No es fácil encontrar en el mundo entero ningún filósofo notable que haya sido verdaderamente politeísta.
En el fondo, sólo hay unas pocas corrientes filosóficas relevantes en pugna en torno al problema de Dios: el agnosticismo, el ateísmo, el panteísmo y el monoteísmo.
Te saludo cordialmente.
tus ccomentarios acerca de la existencia de DIOSes bueno pero al final la embarraste la virgen no puede intercerder por nadie la biblia dice que hay un solo Dios y un solo inercesor entre Dios y los hombres Jesucristo hecho hombre, Jesùs dijo yo soy el camino ,la verdad y la vida nadie viene al padre si atrves de mi.
Estimado lector anónimo (Nº 2):
El pasaje de la Biblia que citas dice "mediador", no "intercesor".
Interceder ante Dios es orar por otra persona. Seguramente no negarás que los creyentes podemos rezar los unos por los otros (y también por los no creyentes).
Tampoco puedes negar que María, la "llena de gracia", está en el Cielo con Dios, y que desde allí puede orar por nosotros.
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