Programa Nº 10: La revelación de Dios
Buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Damos inicio al programa Nº 10 de “Verdades de Fe”, que está siendo transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, desde Melo y a través de Internet. Puedes enviarnos tus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535 o al mail info.ury@radiomaria.org. Estaré con ustedes hasta las 22:00.
El programa de hoy estará referido a la revelación de Dios.
En primer lugar, escuchemos lo que nos enseña sobre este tema el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números 6 al 10:
“¿Qué revela Dios al hombre?
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que Él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación de Dios?
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes.
¿Cuáles son las sucesivas etapas de la Revelación de Dios?
Dios escogió a Abraham, llamándolo a abandonar su tierra para hacer de él “el padre de una multitud de naciones” y prometiéndole bendecir en él a “todas las naciones de la tierra”. Los descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí y le da su Ley por medio de Moisés. Los profetas anuncian una radical redención del pueblo y una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.
¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.
¿Qué valor tienen las revelaciones privadas?
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.”
A continuación profundizaremos en nuestro tema, dividiéndolo en las siguientes dos partes:
1) El diálogo entre Dios y el hombre.
2) La Palabra de Dios a los hombres se nos revela en Jesús.
Consideremos entonces el diálogo entre Dios y el hombre.
Los cristianos creemos que Dios, por su bondad y sabiduría, se comunica con los hombres para revelarles su misterio e invitarlos a compartir su gloria; y también creemos que los hombres son capaces de escuchar la Palabra de Dios y de corresponderle por la fe. Llamamos "Revelación" al hecho y al contenido de la comunicación de Dios a los hombres. El n. 2 de la constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, enseña lo siguiente:
"En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos... El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio."
Dios se comunica con los hombres de muchas maneras, pero su forma principal de comunicación es la Palabra. En la Biblia, las teofanías, los sueños, las visiones, etc. son sobre todo medios de transmisión de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es luz para la mente y fuerza para el corazón; es decir, inspira conocimientos, pensamientos y proyectos, pero además suscita historia, es fuerza que dinamiza y orienta los acontecimientos. La Palabra de Dios crea, revela y salva; indica metas y da la posibilidad de alcanzarlas.
Podemos decir que hay una Revelación cósmica y una Revelación histórica. El n. 3 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente:
"Dios, creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo; queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres."
Con respecto a la Revelación cósmica debemos recordar que, como escribe San Pablo en Romanos 1,20, el hombre, por medio de su inteligencia, puede ascender de la contemplación de las cosas creadas a la contemplación del Creador. La Naturaleza transparenta algunas facetas del misterio de Dios: su bondad, su belleza, su sabiduría, etc. El relato de la Adoración de los Magos simboliza esta realidad: el ejercicio perseverante de las más nobles facultades humanas y la búsqueda de la verdad llevada a sus últimas consecuencias conducen hasta el umbral de una profesión de fe.
Con respecto a la Revelación histórica diremos de momento que la historia fue el medio principal por el cual Israel conoció a Yahvé, experimentando sus intervenciones salvíficas.
Hay cuatro sentidos de la palabra "historia" en relación con la Revelación:
1. La historia es el contexto temporal y espacial en el cual se realiza la Revelación.
2. Los hechos de la historia de salvación son reveladores y portadores de un mensaje.
3. Determinados acontecimientos históricos (por ejemplo los milagros) son confirmaciones visibles de la verdad de la Revelación.
4. La historia es también objeto y contenido de la misma Revelación.
La Revelación debe ser recibida con fe. El n. 5 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente: "Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios... Para dar esta respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda".
Dada la relación existente entre Dios y los hombres, toda teología supone una determinada antropología; es decir, toda afirmación acerca de Dios implica una determinada visión del hombre y del cosmos. Esto se aplica también a la Divina Revelación, concepto fundamental de la teología cristiana. La afirmación de la realidad de la comunicación entre Dios y los hombres implica una cierta concepción no sólo de Dios, sino también del hombre. Intentaremos esbozar lo esencial de ambas concepciones de acuerdo a la teología cristiana, basada en la aceptación de la Revelación.
Dios es no sólo el Creador del universo y del hombre, sino además un Padre providente, rico en misericordia. La expresión más sintética de la Buena Noticia del Evangelio es esta frase de la Primera Epístola de San Juan: "Dios es amor". Notemos que la primera encíclica del Papa Benedicto XVI se llama precisamente así: Deus caritas est, Dios es amor.
La caridad de Dios es un amor gratuito, total, irreversible, incondicional, universal. Dios ama al mundo y a los hombres y por eso se comunica con ellos, no sólo para transmitirles algunas verdades necesarias para su salvación, sino sobre todo para transmitirles la vida eterna, es decir su propia vida. A esta "vida de Dios" le llamamos Gracia, porque es una autoapertura o autocomunicación gratuita de Dios a los hombres, a quienes llama a vivir en comunión de amor con Él.
El Dios de los cristianos tiene entre otras las siguientes propiedades:
- Es un Dios trascendente, está más allá de los hombres y del mundo. No se confunde con ellos como en el panteísmo, sino que siempre es Otro. Es un Dios oculto, lo más diferente de mí mismo.
- Es también un Dios inmanente, que está presente, vivo y actuante en los hombres y en el mundo. No se desinteresa de ellos como en el deísmo. Siempre busca unirnos a Él. Es un Dios cercano, lo más íntimo de mí mismo.
- Por último, diremos que es un Dios personal, Alguien a quien tiene sentido hablar y llamar Padre. No es una fuerza anónima o una ley impersonal que rige el universo como en algunas religiones orientales.
Dentro del universo material, sólo el hombre y la mujer fueron creados por Dios a su imagen y semejanza. Entre los hombres y Dios, por lo tanto, hay diferencias pero también semejanzas que hacen posible un diálogo. El hombre, como Dios, es un ser espiritual, que participa (aunque con las limitaciones propias de la finitud del hombre) de algunas facultades del mismo Dios: inteligencia, libre albedrío, capacidad de amar, etc. Pero el hombre, a diferencia de Dios, tiene también un cuerpo material. El hombre, compuesto de cuerpo y alma, materia y espíritu, es una unidad: cuerpo vivificado, espíritu encarnado. Tanto la materia como el espíritu son frutos de la obra creadora de Dios, "Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible", y son por consiguiente buenos.
El hombre es un ser que se trasciende a sí mismo, que no tiene su centro en sí mismo. Aspira, consciente o inconscientemente, a lo Absoluto; hay en él una sed de infinito y de eternidad que postula un "agua que no es de este mundo", capaz de saciar esa sed. Como escribió San Agustín, el corazón del hombre estará inquieto hasta que descanse en Dios. El hombre está llamado a ser uno con Dios; ésta es su vocación sobrenatural. Sólo en Dios podrá alcanzar la felicidad plena que desea. La Revelación supone la existencia en el hombre de una capacidad de apertura al misterio de Dios. La fe es esa apertura. En la realidad humana, inmanente y contingente, puede darse esa apertura, libre y liberadora, a la realidad trascendente de Dios, apertura que hace posible y real el diálogo entre Dios y el hombre.
La Revelación, por lo tanto, es rechazada no sólo por las corrientes de pensamiento (ateísmo, agnosticismo, etc.) que no aceptan la existencia de un Dios con las características enunciadas, sino también por aquéllas (racionalismo, determinismo, fatalismo, psicologismo, economicismo, etc.) cuya imagen del hombre es radicalmente distinta de la cristiana. A menudo estas ideologías intentan sofocar la aspiración del hombre a lo Absoluto o satisfacerla recurriendo a ídolos que toman el lugar del único Dios vivo y verdadero.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida y Melo. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la revelación de Dios. En la primera parte consideramos el diálogo entre Dios y el hombre. En esta segunda parte veremos que la Palabra de Dios a los hombres se nos revela en Jesús.
Es voluntad del Padre Eterno que los hombres participen de la vida divina. Habiendo ellos pecado, no los abandonó, sino que les dispensó siempre los auxilios para la salvación. Escuchemos el comienzo de la Carta a los Hebreos:
"Dios, que en otro tiempo habló a nuestros padres en diferentes ocasiones y de muchas maneras por los profetas, nos ha hablado, en estos días postreros, por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero universal de todas las cosas, por quien creó también los mundos. El cual, siendo como es el resplandor de su gloria e imagen de su substancia, y sustentándolo todo con su poderosa palabra, después de habernos purificado de nuestros pecados, está sentado a la diestra de la majestad en lo más alto de los cielos."
Jesús es el cumplimiento, el centro y la plenitud de la Revelación. Según el prólogo del Evangelio de Juan, Jesús es la segunda persona de la Trinidad, el Logos, Verbo o Palabra de Dios que se hizo hombre para revelarnos el misterio de Dios y el misterio del hombre y para llevar a cabo el plan divino de salvación.
Dios ama tanto al mundo y a los hombres que les entregó su Hijo único, para darles la vida eterna. Jesucristo es la Palabra eterna hecha carne para alumbrar a todo hombre. El n. 4 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente:
"[Jesucristo] habla las palabras de Dios y realiza la obra de salvación que el Padre le encargó. Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre; Él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino".
El amor de Dios a los hombres se manifiesta principalmente en la Encarnación del Hijo de Dios, que se convirtió en uno de nosotros, y en su muerte redentora en la Cruz, que le hizo merecedor de la gloria de su Resurrección y Ascensión al cielo. El n. 3 de la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, enseña lo siguiente:
"Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en Él desde antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en Él todas las cosas. Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo... Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos."
El primer Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea en el año 325, proclamó solemnemente la fe de la Iglesia en la divinidad de Jesucristo, que era negada por los seguidores de Arrio. Así reza el Credo niceno:
"Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos; Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; y que por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado; descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos según las Escrituras. Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin."
Que el Hijo es de la misma naturaleza que el Padre significa que es de la misma substancia que el Padre, que es consubstancial al Padre, que es Dios como el Padre; el mismo Dios, no otro Dios.
Contra los arrianos, que pretendían reducir a Jesús al rol de maestro de la verdadera religión y la verdadera sabiduría, escribió San Atanasio:
"[Jesús es] el Salvador, el Hijo bueno del Dios bueno", "la Sabiduría en Sí, la Religión en Sí, la misma Potencia en Sí propia del Padre, la Luz en Sí, la Verdad en Sí, la Justicia en Sí, la Virtud en Sí."
El Concilio Ecuménico de Calcedonia, para cerrar el paso tanto a las herejías que negaban la naturaleza divina de Cristo, como a las que negaban su naturaleza humana, proclamó la célebre fórmula dogmática: Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Siendo Cristo la única persona que reúne en sí la naturaleza divina y la naturaleza humana, Él ha podido revelarnos la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre.
En primer lugar, Jesús nos revela la verdad acerca de Dios:
- Jesús es el rostro visible del Dios invisible, la Epifanía de Dios, el Sacramento del Padre. En Él se manifiestan la gloria y el amor de Dios. Él nos enseñó a llamar a Dios "Abbá" (es decir Padre, o más exactamente Papá) y nos reveló la Buena Noticia de que Dios ama a todos los hombres, quiere perdonarles todos sus pecados y recibirlos en su Reino. Conocer a Cristo es conocer al Padre y recibir a Cristo es recibir al Padre.
- Jesús predicó el Evangelio del Reino de Dios, un Reino que está cerca, que ya viene, que por Jesús está ya presente, actuante, vivo y en crecimiento en medio de los hombres.
Además, Jesús nos revela la verdad acerca del hombre:
Jesús es el Nuevo Adán, el hombre perfecto, el Primogénito de toda criatura. Cristo, verdadero Sumo Sacerdote, es un hombre de verdad, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Para llegar a ser perfectos debemos seguir a Jesús, cargar con su Cruz, amar como Él nos amó. El cristiano es una nueva criatura que vive de la gracia de Dios; ha sido revestido de Cristo en el Bautismo.
El Evangelio según san Juan nos presenta a Jesucristo como el manantial de agua viva, como el Pan de Vida, como la Luz del mundo, como el Buen Pastor y como la Resurrección.
Jesucristo, si bien anuncia el Reino de Dios, deja entender claramente que la opción del hombre por el Reino (vale decir su salvación) guarda una relación directa con la actitud que tome ante su persona:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por Mí." (Juan 14,6).
Jesús es signo de contradicción y ante Él nadie puede permanecer indiferente. Él obliga al hombre a tomar partido: Por Cristo o contra Cristo, por Dios o contra Dios, por el Amor o por el egoísmo. Encontrar a Cristo es encontrar la salvación. Por eso Jesús puede decir a Zaqueo:
"Hoy ha llegado la salvación a esta casa." (Lucas 19,9).
La misión de los cristianos es dar testimonio de Jesús resucitado y anunciar su Evangelio a todos los hombres, de modo que creyendo en Cristo sean vivificados por Él. La restauración de todas las cosas en Cristo llegará a su plenitud cuando Cristo sea todo en todos, para que Dios sea todo en todos. Entonces será el fin y los bienaventurados convivirán para siempre con Dios, Principio y Fin, en la ciudad santa.
Querido amigo, querida amiga:
Jesucristo es el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, el Hijo amado del Padre, el único que conoce al Padre en toda su intimidad, desde siempre. Él da a conocer al Padre, a quien ningún hombre había visto jamás cara a cara. Lo da a conocer a todo aquel que quiera escucharlo. La palabra de Dios en Cristo se dirige a todo ser humano, pero sólo los humildes y sencillos de corazón la reciben con confianza de hijos.
Jesucristo, perfecto Dios, es también perfecto hombre. Él, el revelador del Padre, también nos revela la grandeza del hombre, la sublimidad de nuestra propia vocación, el destino maravilloso que Dios nos tiene preparado desde antes de la creación del mundo. Contemplando a Jesucristo podemos ver lo que el ser humano está llamado a ser. Como enseña el Concilio Vaticano II, sólo en Cristo se esclarece el misterio del hombre, que es un enigma para sí mismo. Escuchemos pues a Jesucristo, el único Salvador del mundo. Sólo Él tiene palabras de vida eterna.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Palabra de Dios hecha carne, ruego a Dios que te conceda escuchar con fe a Jesucristo, revelador del misterio de Dios y del misterio del hombre, y vivir de acuerdo con sus palabras de salvación.
Damos fin al programa Nº 10 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
23 de mayo de 2006.
El programa de hoy estará referido a la revelación de Dios.
En primer lugar, escuchemos lo que nos enseña sobre este tema el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números 6 al 10:
“¿Qué revela Dios al hombre?
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que Él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito.
¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación de Dios?
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes.
¿Cuáles son las sucesivas etapas de la Revelación de Dios?
Dios escogió a Abraham, llamándolo a abandonar su tierra para hacer de él “el padre de una multitud de naciones” y prometiéndole bendecir en él a “todas las naciones de la tierra”. Los descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí y le da su Ley por medio de Moisés. Los profetas anuncian una radical redención del pueblo y una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.
¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.
¿Qué valor tienen las revelaciones privadas?
Aunque no pertenecen al depósito de la fe, las revelaciones privadas pueden ayudar a vivir la misma fe, si mantienen su íntima orientación a Cristo. El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas “revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.”
A continuación profundizaremos en nuestro tema, dividiéndolo en las siguientes dos partes:
1) El diálogo entre Dios y el hombre.
2) La Palabra de Dios a los hombres se nos revela en Jesús.
Consideremos entonces el diálogo entre Dios y el hombre.
Los cristianos creemos que Dios, por su bondad y sabiduría, se comunica con los hombres para revelarles su misterio e invitarlos a compartir su gloria; y también creemos que los hombres son capaces de escuchar la Palabra de Dios y de corresponderle por la fe. Llamamos "Revelación" al hecho y al contenido de la comunicación de Dios a los hombres. El n. 2 de la constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, enseña lo siguiente:
"En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos... El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio."
Dios se comunica con los hombres de muchas maneras, pero su forma principal de comunicación es la Palabra. En la Biblia, las teofanías, los sueños, las visiones, etc. son sobre todo medios de transmisión de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es luz para la mente y fuerza para el corazón; es decir, inspira conocimientos, pensamientos y proyectos, pero además suscita historia, es fuerza que dinamiza y orienta los acontecimientos. La Palabra de Dios crea, revela y salva; indica metas y da la posibilidad de alcanzarlas.
Podemos decir que hay una Revelación cósmica y una Revelación histórica. El n. 3 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente:
"Dios, creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo; queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres."
Con respecto a la Revelación cósmica debemos recordar que, como escribe San Pablo en Romanos 1,20, el hombre, por medio de su inteligencia, puede ascender de la contemplación de las cosas creadas a la contemplación del Creador. La Naturaleza transparenta algunas facetas del misterio de Dios: su bondad, su belleza, su sabiduría, etc. El relato de la Adoración de los Magos simboliza esta realidad: el ejercicio perseverante de las más nobles facultades humanas y la búsqueda de la verdad llevada a sus últimas consecuencias conducen hasta el umbral de una profesión de fe.
Con respecto a la Revelación histórica diremos de momento que la historia fue el medio principal por el cual Israel conoció a Yahvé, experimentando sus intervenciones salvíficas.
Hay cuatro sentidos de la palabra "historia" en relación con la Revelación:
1. La historia es el contexto temporal y espacial en el cual se realiza la Revelación.
2. Los hechos de la historia de salvación son reveladores y portadores de un mensaje.
3. Determinados acontecimientos históricos (por ejemplo los milagros) son confirmaciones visibles de la verdad de la Revelación.
4. La historia es también objeto y contenido de la misma Revelación.
La Revelación debe ser recibida con fe. El n. 5 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente: "Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios... Para dar esta respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda".
Dada la relación existente entre Dios y los hombres, toda teología supone una determinada antropología; es decir, toda afirmación acerca de Dios implica una determinada visión del hombre y del cosmos. Esto se aplica también a la Divina Revelación, concepto fundamental de la teología cristiana. La afirmación de la realidad de la comunicación entre Dios y los hombres implica una cierta concepción no sólo de Dios, sino también del hombre. Intentaremos esbozar lo esencial de ambas concepciones de acuerdo a la teología cristiana, basada en la aceptación de la Revelación.
Dios es no sólo el Creador del universo y del hombre, sino además un Padre providente, rico en misericordia. La expresión más sintética de la Buena Noticia del Evangelio es esta frase de la Primera Epístola de San Juan: "Dios es amor". Notemos que la primera encíclica del Papa Benedicto XVI se llama precisamente así: Deus caritas est, Dios es amor.
La caridad de Dios es un amor gratuito, total, irreversible, incondicional, universal. Dios ama al mundo y a los hombres y por eso se comunica con ellos, no sólo para transmitirles algunas verdades necesarias para su salvación, sino sobre todo para transmitirles la vida eterna, es decir su propia vida. A esta "vida de Dios" le llamamos Gracia, porque es una autoapertura o autocomunicación gratuita de Dios a los hombres, a quienes llama a vivir en comunión de amor con Él.
El Dios de los cristianos tiene entre otras las siguientes propiedades:
- Es un Dios trascendente, está más allá de los hombres y del mundo. No se confunde con ellos como en el panteísmo, sino que siempre es Otro. Es un Dios oculto, lo más diferente de mí mismo.
- Es también un Dios inmanente, que está presente, vivo y actuante en los hombres y en el mundo. No se desinteresa de ellos como en el deísmo. Siempre busca unirnos a Él. Es un Dios cercano, lo más íntimo de mí mismo.
- Por último, diremos que es un Dios personal, Alguien a quien tiene sentido hablar y llamar Padre. No es una fuerza anónima o una ley impersonal que rige el universo como en algunas religiones orientales.
Dentro del universo material, sólo el hombre y la mujer fueron creados por Dios a su imagen y semejanza. Entre los hombres y Dios, por lo tanto, hay diferencias pero también semejanzas que hacen posible un diálogo. El hombre, como Dios, es un ser espiritual, que participa (aunque con las limitaciones propias de la finitud del hombre) de algunas facultades del mismo Dios: inteligencia, libre albedrío, capacidad de amar, etc. Pero el hombre, a diferencia de Dios, tiene también un cuerpo material. El hombre, compuesto de cuerpo y alma, materia y espíritu, es una unidad: cuerpo vivificado, espíritu encarnado. Tanto la materia como el espíritu son frutos de la obra creadora de Dios, "Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible", y son por consiguiente buenos.
El hombre es un ser que se trasciende a sí mismo, que no tiene su centro en sí mismo. Aspira, consciente o inconscientemente, a lo Absoluto; hay en él una sed de infinito y de eternidad que postula un "agua que no es de este mundo", capaz de saciar esa sed. Como escribió San Agustín, el corazón del hombre estará inquieto hasta que descanse en Dios. El hombre está llamado a ser uno con Dios; ésta es su vocación sobrenatural. Sólo en Dios podrá alcanzar la felicidad plena que desea. La Revelación supone la existencia en el hombre de una capacidad de apertura al misterio de Dios. La fe es esa apertura. En la realidad humana, inmanente y contingente, puede darse esa apertura, libre y liberadora, a la realidad trascendente de Dios, apertura que hace posible y real el diálogo entre Dios y el hombre.
La Revelación, por lo tanto, es rechazada no sólo por las corrientes de pensamiento (ateísmo, agnosticismo, etc.) que no aceptan la existencia de un Dios con las características enunciadas, sino también por aquéllas (racionalismo, determinismo, fatalismo, psicologismo, economicismo, etc.) cuya imagen del hombre es radicalmente distinta de la cristiana. A menudo estas ideologías intentan sofocar la aspiración del hombre a lo Absoluto o satisfacerla recurriendo a ídolos que toman el lugar del único Dios vivo y verdadero.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos la transmisión de “Verdades de Fe”. Este programa se transmite por Radio María Uruguay, desde Florida y Melo. Los oyentes pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la revelación de Dios. En la primera parte consideramos el diálogo entre Dios y el hombre. En esta segunda parte veremos que la Palabra de Dios a los hombres se nos revela en Jesús.
Es voluntad del Padre Eterno que los hombres participen de la vida divina. Habiendo ellos pecado, no los abandonó, sino que les dispensó siempre los auxilios para la salvación. Escuchemos el comienzo de la Carta a los Hebreos:
"Dios, que en otro tiempo habló a nuestros padres en diferentes ocasiones y de muchas maneras por los profetas, nos ha hablado, en estos días postreros, por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero universal de todas las cosas, por quien creó también los mundos. El cual, siendo como es el resplandor de su gloria e imagen de su substancia, y sustentándolo todo con su poderosa palabra, después de habernos purificado de nuestros pecados, está sentado a la diestra de la majestad en lo más alto de los cielos."
Jesús es el cumplimiento, el centro y la plenitud de la Revelación. Según el prólogo del Evangelio de Juan, Jesús es la segunda persona de la Trinidad, el Logos, Verbo o Palabra de Dios que se hizo hombre para revelarnos el misterio de Dios y el misterio del hombre y para llevar a cabo el plan divino de salvación.
Dios ama tanto al mundo y a los hombres que les entregó su Hijo único, para darles la vida eterna. Jesucristo es la Palabra eterna hecha carne para alumbrar a todo hombre. El n. 4 de la constitución Dei Verbum enseña lo siguiente:
"[Jesucristo] habla las palabras de Dios y realiza la obra de salvación que el Padre le encargó. Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre; Él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino".
El amor de Dios a los hombres se manifiesta principalmente en la Encarnación del Hijo de Dios, que se convirtió en uno de nosotros, y en su muerte redentora en la Cruz, que le hizo merecedor de la gloria de su Resurrección y Ascensión al cielo. El n. 3 de la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, enseña lo siguiente:
"Vino, por tanto, el Hijo, enviado por el Padre, quien nos eligió en Él desde antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser hijos adoptivos, porque se complació en restaurar en Él todas las cosas. Así, pues, Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención. La Iglesia o reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo... Todos los hombres están llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos."
El primer Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea en el año 325, proclamó solemnemente la fe de la Iglesia en la divinidad de Jesucristo, que era negada por los seguidores de Arrio. Así reza el Credo niceno:
"Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos; Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; y que por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado; descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos según las Escrituras. Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin."
Que el Hijo es de la misma naturaleza que el Padre significa que es de la misma substancia que el Padre, que es consubstancial al Padre, que es Dios como el Padre; el mismo Dios, no otro Dios.
Contra los arrianos, que pretendían reducir a Jesús al rol de maestro de la verdadera religión y la verdadera sabiduría, escribió San Atanasio:
"[Jesús es] el Salvador, el Hijo bueno del Dios bueno", "la Sabiduría en Sí, la Religión en Sí, la misma Potencia en Sí propia del Padre, la Luz en Sí, la Verdad en Sí, la Justicia en Sí, la Virtud en Sí."
El Concilio Ecuménico de Calcedonia, para cerrar el paso tanto a las herejías que negaban la naturaleza divina de Cristo, como a las que negaban su naturaleza humana, proclamó la célebre fórmula dogmática: Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Siendo Cristo la única persona que reúne en sí la naturaleza divina y la naturaleza humana, Él ha podido revelarnos la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre.
En primer lugar, Jesús nos revela la verdad acerca de Dios:
- Jesús es el rostro visible del Dios invisible, la Epifanía de Dios, el Sacramento del Padre. En Él se manifiestan la gloria y el amor de Dios. Él nos enseñó a llamar a Dios "Abbá" (es decir Padre, o más exactamente Papá) y nos reveló la Buena Noticia de que Dios ama a todos los hombres, quiere perdonarles todos sus pecados y recibirlos en su Reino. Conocer a Cristo es conocer al Padre y recibir a Cristo es recibir al Padre.
- Jesús predicó el Evangelio del Reino de Dios, un Reino que está cerca, que ya viene, que por Jesús está ya presente, actuante, vivo y en crecimiento en medio de los hombres.
Además, Jesús nos revela la verdad acerca del hombre:
Jesús es el Nuevo Adán, el hombre perfecto, el Primogénito de toda criatura. Cristo, verdadero Sumo Sacerdote, es un hombre de verdad, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Para llegar a ser perfectos debemos seguir a Jesús, cargar con su Cruz, amar como Él nos amó. El cristiano es una nueva criatura que vive de la gracia de Dios; ha sido revestido de Cristo en el Bautismo.
El Evangelio según san Juan nos presenta a Jesucristo como el manantial de agua viva, como el Pan de Vida, como la Luz del mundo, como el Buen Pastor y como la Resurrección.
Jesucristo, si bien anuncia el Reino de Dios, deja entender claramente que la opción del hombre por el Reino (vale decir su salvación) guarda una relación directa con la actitud que tome ante su persona:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por Mí." (Juan 14,6).
Jesús es signo de contradicción y ante Él nadie puede permanecer indiferente. Él obliga al hombre a tomar partido: Por Cristo o contra Cristo, por Dios o contra Dios, por el Amor o por el egoísmo. Encontrar a Cristo es encontrar la salvación. Por eso Jesús puede decir a Zaqueo:
"Hoy ha llegado la salvación a esta casa." (Lucas 19,9).
La misión de los cristianos es dar testimonio de Jesús resucitado y anunciar su Evangelio a todos los hombres, de modo que creyendo en Cristo sean vivificados por Él. La restauración de todas las cosas en Cristo llegará a su plenitud cuando Cristo sea todo en todos, para que Dios sea todo en todos. Entonces será el fin y los bienaventurados convivirán para siempre con Dios, Principio y Fin, en la ciudad santa.
Querido amigo, querida amiga:
Jesucristo es el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, el Hijo amado del Padre, el único que conoce al Padre en toda su intimidad, desde siempre. Él da a conocer al Padre, a quien ningún hombre había visto jamás cara a cara. Lo da a conocer a todo aquel que quiera escucharlo. La palabra de Dios en Cristo se dirige a todo ser humano, pero sólo los humildes y sencillos de corazón la reciben con confianza de hijos.
Jesucristo, perfecto Dios, es también perfecto hombre. Él, el revelador del Padre, también nos revela la grandeza del hombre, la sublimidad de nuestra propia vocación, el destino maravilloso que Dios nos tiene preparado desde antes de la creación del mundo. Contemplando a Jesucristo podemos ver lo que el ser humano está llamado a ser. Como enseña el Concilio Vaticano II, sólo en Cristo se esclarece el misterio del hombre, que es un enigma para sí mismo. Escuchemos pues a Jesucristo, el único Salvador del mundo. Sólo Él tiene palabras de vida eterna.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Palabra de Dios hecha carne, ruego a Dios que te conceda escuchar con fe a Jesucristo, revelador del misterio de Dios y del misterio del hombre, y vivir de acuerdo con sus palabras de salvación.
Damos fin al programa Nº 10 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios los bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
23 de mayo de 2006.
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