18 noviembre 2006

Programa Nº 37: El domingo, día del Señor (2)

Muy buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Les doy la bienvenida al programa Nº 37 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo, Tacuarembó y San José y también a través de Internet. Los invito a enviarme sus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535. Estaré dialogando con ustedes durante media hora.
A fin de profundizar un tema tratado en nuestro programa Nº 9, el programa de hoy estará referido nuevamente al domingo, día del Señor. En esta primera parte trataremos dos aspectos de nuestro tema.

En primer lugar consideraremos el problema del domingo en la sociedad contemporánea.
La identidad cristiana del domingo se encuentra seriamente amenazada por los efectos negativos de las profundas transformaciones culturales y sociales de nuestro tiempo, por las presiones masivas de un mundo descristianizado y por un modo de vivir la experiencia cristiana que se afirmó a partir de la Edad Media y persiste a pesar de la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II. El ir a Misa los domingos ya no forma parte del estilo de vida imperante. Probablemente, para la mayoría de los cristianos la Misa dominical es el único acto religioso y para pocos es el momento más fuerte de un compromiso total con Cristo en la fe y el amor.

El paso de una sociedad rural a una sociedad industrializada ha hecho cambiar la imagen de la celebración del domingo y ha suscitado graves problemas pastorales. La sociedad rural era una sociedad estática y cerrada, centrada en las realidades sacrales del espacio y el tiempo. En ella el domingo rompía la monotonía de las pequeñas cosas para evocar realidades más altas y fomentaba el sentido de pertenencia al grupo religioso, en que las personas estaban muy arraigadas. La sociedad industrializada es una sociedad dinámica, abierta y pluralista. En ella rige la ley de la productividad, con los ritmos frenéticos que ésta lleva consigo, y se manifiesta una fuerte tendencia al individualismo, que conduce a encerrarse en lo privado con una actitud de desconfianza hacia los otros, sobre todo los menos afines. Se siente todavía la necesidad de la fiesta, pero como necesidad de evasión, que de hecho se convierte con frecuencia en aburrimiento y cansancio.

El fenómeno creciente de la secularización ha ejercido grandes efectos negativos sobre la mentalidad y la práctica religiosas y por lo tanto sobre el modo de considerar y vivir el domingo. El hombre moderno tiende a considerarse autosuficiente y a creer que su destino y el de la humanidad encuentran su realización en este mundo, sin ninguna referencia a la trascendencia. De ahí deriva la pretensión de excluir la religión de las estructuras públicas para confinarla al ámbito de la vida privada (si es que no se la considera insignificante o incluso alienante). Los hombres que viven en la ciudad secular ya no caen fácilmente en la cuenta de la referencia que tiene su vida a las celebraciones litúrgicas; por ello muchos las conocen cada vez menos, si es que no las consideran meras formas de una práctica socio-cultural o expresión de una vaga religiosidad de tipo sacral, y en consecuencia terminan por abandonarlas o por darles un relieve muy escaso dentro de la propia vida.
Tampoco para los bautizados el domingo aparece ya claramente como el día del descanso físico y mucho menos como el día del descanso espiritual, sino más bien como un momento de evasión que desemboca en formas de diversión que terminan en frustración. Para muchos, los ritmos de un trabajo rígidamente programado con vistas a la producción no dejan ya coincidir el tiempo libre con el domingo. El aumento del nivel de vida lleva a un número creciente de familias y de jóvenes a pasar el fin de semana fuera de su comunidad habitual, a menudo alejándolos de costumbres que habían sido adquiridas sin serio convencimiento.
Hay también un fenómeno de disociación entre liturgia y vida, que tiene tres direcciones principales:
1. El naturalismo lleva a concebir el domingo, no como el día de celebración de la Pascua de Cristo, sino como un tiempo sagrado en que el hombre satisface la obligación de rendir culto a la divinidad.
2. El legalismo desvía la atención de la esencia del domingo (el gran acontecimiento pascual) al precepto obligatorio para los cristianos de santificarlo, absteniéndose de obras serviles y oyendo Misa; precepto que a veces aparenta estar inmotivado y que los jóvenes tienden a descuidar en nombre de una espontaneidad de la fe y de sus expresiones.
3. El individualismo presenta la obligación del cristiano del descanso y de la Misa como un compromiso meramente individual sin referencia a la comunidad de los hermanos (o a lo sumo en relación con la Jerarquía eclesial, autoridad competente para regular esta materia). Hay una escasa conciencia de Iglesia.

Como dato interesante sobre el domingo en el Uruguay contemporáneo mencionaremos que, según datos publicados en 1993 por la Vicaría Pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo, los participantes de la Misa dominical en el período 1991-1993 fueron en promedio unas 48.000 personas, es decir sólo un 3,5% de la población del departamento. Estos datos provienen de una encuesta que fue llamada "Consulta al Pueblo de Dios".

En segundo lugar consideraremos el día del sábado en el Antiguo Testamento.
El precepto del sábado se halla presente en todas las colecciones legislativas del Pentateuco: el código de la Alianza, el código cultual yahvista y el código sacerdotal (en el libro del Éxodo), la ley de la santidad (en el libro del Levítico) y las dos versiones del Decálogo (en los libros del Éxodo y el Deuteronomio). De ahí se deduce la gran antigüedad de ese precepto, que se remontaría al período del desierto.
Sobre el origen del precepto sabático se han hecho numerosas hipótesis. A favor de la tesis de que el sábado surgió de la experiencia de fe del pueblo de Israel hay un hecho muy importante: fuera del ambiente israelita no es posible encontrar la gozosa práctica de un día semanal de reposo.
La característica fundamental del sábado consistía en el reposo o abstención de toda clase de trabajo. En sus orígenes era una fiesta de carácter familiar y social, sin relación con el culto. Después del exilio se transformó en el día de la reunión litúrgica: "Seis días trabajaréis, pero el séptimo, que es sábado, es santo, día de descanso y de santa asamblea" (Levítico 23,3). El sábado intentaba evitar que el trabajo asumiese tonalidades opresivas. Los beneficiarios del reposo sabático no eran sólo los propietarios, sino también los forasteros, los trabajadores dependientes y los esclavos.
El Deuteronomio colocó la motivación del reposo sabático en el memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto. El sábado Israel era convocado a gozar del don divino de la libertad.
La tradición sacerdotal justificó el reposo sabático como imitación del reposo de Dios al consumar su obra creadora: "Pues en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra, el mar y cuanto en él se contiene, y el séptimo descansó" (Éxodo 20,11). La atención se centra en el estado de reposo de Dios y en el carácter sagrado del sábado, día reservado para Dios. El sábado era una invitación a Israel de participar de la bienaventuranza y la paz del reposo divino.
La predicación de los profetas anteriores al exilio (como Amós e Isaías) criticó la observancia hipócrita del sábado y de otras fiestas, al separarse esa observancia de un auténtico compromiso de vida moral en la justicia y el respeto de los derechos de los débiles.
En el destierro aumentó la importancia del sábado y su significación respecto a la Alianza. El sábado (como la circuncisión) asumió el valor de señal distintiva del pueblo de la alianza: "Les di también mis sábados, para que fuesen señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Yahvé, que los santificó" (Ezequiel 20,12). El sábado se transforma en una concreta confesión de fe en Yahvé como Dios de la Alianza.
En la época de Jesús, el formalismo jurídico había deformado el precepto sabático (como toda la Ley), insistiendo sobre la observancia minuciosa y rígida del descanso, interpretada con meticulosidad pueril. Jesús se enfrentó a las tradiciones rabínicas con una posición radicalmente anti-legalista: "El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y dueño del sábado es el Hijo del Hombre" (Marcos 2,27-28). "Lícito es, por tanto, hacer bien en sábado" (Mateo 12,12). La actitud de Cristo es de libertad frente al precepto sabático: "Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también" (Juan 5,17).

Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos el programa Nº 37 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay. Los invito a llamar al teléfono (035) 20535 para plantear sus comentarios o consultas.
Nuestro programa de hoy está dedicado al domingo, el día del Señor. En esta segunda parte trataremos cuatro aspectos de este tema.

En primer lugar, consideraremos los nombres del domingo.
Los primeros cristianos no se separaron enseguida de las tradiciones religiosas del judaísmo. Por eso no es de extrañar que una serie de textos del Nuevo Testamento, sobre todo los más antiguos, llamen al día de la Resurrección de Cristo simplemente "el primer día de la semana".
La denominación “día del Señor” (en griego, "Kyriaké eméra") aparece una sola vez en el Nuevo Testamento (en Apocalipsis 1,10). Esta denominación, empleada ampliamente en los escritos patrísticos, tanto griegos como latinos, indica que el domingo es el día de la Resurrección del Señor y el día en que los cristianos se reúnen para celebrar al Señor resucitado. Fue traducida en latín como “Dominica dies” y de allí pasó luego a las lenguas latinas: domingo (en español), dimanche (en francés), domenica (en italiano), etc.
Otra denominación usada en los primeros siglos es la de "octavo día". Esta expresión tiene un rico simbolismo escatológico: el día de la Resurrección de Cristo es también el día del comienzo de la nueva creación.
La denominación "día del sol", de origen pagano, predominó en los siglos III y IV y fue adoptada por el emperador Constantino. Su cristianización se logró designando a Cristo como el "Sol de Justicia". Esta expresión sobrevivió en las lenguas germánicas: “Sunday” (en inglés), “Sonntag” (en alemán), etc.
En las Iglesias de Oriente el domingo se designa hasta hoy en griego como “Anastásimos”, que significa simplemente "Resurrección".
Cada nombre del domingo revela un matiz teológico diferente. Es significativo que el nombre "día del Señor" haya predominado sobre otras denominaciones más particularizadas como día de la luz, día de la Ascensión, día de la Trinidad, día de la Redención, Pascua semanal.

En segundo lugar consideraremos la relación entre el domingo cristiano y el sábado judío.
Se han planteado distintas hipótesis sobre el origen de la celebración cristiana del domingo:
· Para algunos el domingo tendría origen en el culto del sol de los paganos y habría sido "bautizado" por los cristianos. Esta hipótesis ha sido descartada porque está garantizado que el culto del día del sol data de fines del siglo I y es por lo tanto posterior al domingo cristiano.
· Para otros el domingo sería tardío y contrario a la tradición de la primitiva Iglesia de Jerusalén, que continuó festejando el sábado. Sin embargo la celebración dominical tiene fundamento en los textos bíblicos: los encuentros del Resucitado con los suyos ocurren en domingo y no en cualquier día (Mateo 28,1; Marcos 16,2.9; Lucas 24,1; Juan 20,1.19.26). En Hechos 20,7 y 1 Corintios 16,2 comprobamos que la celebración de la Cena y la asamblea de los creyentes en el domingo fueron practicadas por la comunidad desde antes de que los evangelios fueran escritos. Por otra parte, San Esteban probablemente atacó el sábado judío (Hechos 6,14) y San Pablo ciertamente argumentó contra los judeocristianos que querían restablecer el culto sabático (véase por ejemplo Gálatas 4,10 y Colosenses 2,16).
· La Iglesia sostiene que el origen de la celebración del domingo es específicamente cristiano: "La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo" (Concilio Vaticano II, constitución Sacrosanctum Concilium, n. 106).
En cuanto a su contenido, el domingo es una realidad original, cuyo fundamento no es el sábado judío sino la resurrección de Cristo. El domingo no es la transposición al día siguiente de lo que los judíos celebraban el sábado. La relación entre el sábado y el domingo es análoga a la del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento: una relación de continuidad y superación al mismo tiempo.
El sábado era la celebración de la Antigua Alianza. Ésta cedió su lugar a la Nueva Alianza. De ahí la sustitución del sábado por el domingo. El cristiano debe adorar a Dios y santificar todos los días y no solamente uno. El sábado simbolizaba el "descanso en Dios", que se obtiene por medio de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte en su Pascua.

En tercer lugar consideraremos la tradición eclesial del domingo.
Desde Pentecostés, día en que la Iglesia se manifestó al mundo, la comunidad de los creyentes nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual. Desde ese principio hasta el presente existe una continuidad, que como vimos está atestiguada en los escritos del Nuevo Testamento.
En el año 112, Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, escribió una carta al emperador Trajano informándole que los cristianos tenían la costumbre de reunirse antes del alba en un día fijo para cantar himnos a Cristo como si fuera un Dios. Hacia mediados del siglo II, San Justino escribió en su Primera Apología que "en el día llamado del sol los cristianos que habitan en la ciudad y en los campos se reúnen en un mismo lugar"; y da luego una descripción del desarrollo de la celebración eucarística, que es la más antigua que poseemos.
El nexo entre la Pascua de Cristo y el domingo cristiano es un dato importante y constante en toda la tradición eclesial:
· Para Tertuliano el domingo es "el día de la resurrección del Señor".
· Para Eusebio de Cesarea "el domingo es el día de la resurrección salvífica de Cristo". Por eso –agrega- "cada semana, en el domingo del Salvador, nosotros celebramos la fiesta de nuestra pascua".
· San Basilio habla de "el santo domingo, honrado con la resurrección del Señor, primicia de todos los otros días".
· San Jerónimo afirma: "El domingo es el día de la resurrección, el día de los cristianos; es nuestro día".
La nota dominante de la celebración dominical es la alegría. La Didascalia de los Apóstoles llega a declarar que quien ayuna o está triste en domingo comete pecado.
Fundándose en esta tradición, el Concilio Vaticano II afirma que "el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles" (Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 106) y por tanto es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico. La celebración del domingo precedió a la celebración anual de la Pascua y a la organización del año litúrgico.

En cuarto y último lugar consideraremos el significado teológico del domingo.
El núcleo de la teología del domingo es su concepto y realidad de pascua semanal. La celebración del domingo permite a los creyentes participar de la resurrección de Cristo y de su alcance salvífico. Eso es lo que convierte al domingo en día sagrado.
El domingo es un signo sacramental y es por lo tanto memoria del pasado, actualización en el presente de un acontecimiento salvífico y anuncio y profecía del futuro. San Agustín habla con frecuencia del domingo como “sacramento de la Pascua”, un signo que, acogido con fe, une a los creyentes con Cristo resucitado e inserta a la Iglesia en la nueva creación inaugurada por la resurrección. La celebración del domingo implica esencialmente tres acciones sacramentales que los fieles realizan para celebrar la pascua del Señor en la Santa Misa: reunión de los creyentes en nombre del Señor, proclamación y escucha de la Palabra de Dios y memorial y acción de gracias en la liturgia eucarística.
El acontecimiento pascual sintetiza todas las maravillas que Dios realizó en la historia de salvación. Santo Tomás de Aquino escribió que: "El sábado, que recordaba la primera creación, se ha cambiado por el domingo, en el que se conmemora la nueva creación iniciada por la resurrección". En el domingo el cristiano toma conciencia de su participación en la vida del Resucitado y se compromete a construir en sí mismo el hombre nuevo y a contribuir a la edificación de un mundo nuevo.
El domingo es ante todo un memorial del Señor. Es el día en que se hace memoria del paso de Jesús de este mundo al Padre, por su pasión, muerte en la cruz, exaltación a la derecha del Padre y don del Espíritu. Por la mediación sacramental, todo hombre puede pasar de la muerte a la vida y vivir una existencia pascual. El domingo es también profecía del futuro porque anuncia y anticipa la vuelta gloriosa del Resucitado. La comunidad cristiana que participa de la liturgia dominical tiene ya vida eterna, aunque en germen.

Querido amigo, querida amiga:
La vida cristiana es un itinerario que, de domingo en domingo, va hacia la plena comunión con Dios. Por eso el domingo es día de fiesta, día de alegría y liberación del trabajo. El domingo es también día de la Iglesia, día de la asamblea del pueblo que nació de la pascua de Cristo. La palabra de Dios es siempre, directa o indirectamente, un anuncio de la muerte y resurrección de Cristo. Por la oración eucarística y la comunión sacramental la pascua de Jesús se convierte en pascua de la Iglesia. Por eso el domingo sin eucaristía no puede ser plenamente día del Señor y de su Iglesia.

Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Reina de los Apóstoles, ruego a Dios todopoderoso y eterno que te conceda participar cada semana, con el alma llena de fe, esperanza y amor, de la celebración semanal de la Resurrección de su Hijo Jesucristo en la Misa dominical y recibirlo en la santa comunión.
Dando fin al programa Nº 37 de “Verdades de Fe”, me despido de ustedes hasta la semana próxima. Que Dios los bendiga día tras día.

Daniel Iglesias Grèzes
28 de noviembre de 2006.

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