07 setiembre 2006

Programa Nº 30: El cientificismo

Muy buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Les doy la bienvenida al programa Nº 30 de “Verdades de Fe”. Este programa es transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo, Tacuarembó y San José y también a través de Internet. Los invito a enviarme comentarios o consultas al teléfono (035) 20535 o al mail info.ury@radiomaria.org. Estaré dialogando con ustedes durante media hora.
El programa de hoy estará referido al cientificismo, una falsa ideología que deforma la legítima confianza en la ciencia, cayendo en una especie de idolatría de la ciencia.

El cientificismo consiste en aceptar como verdadero conocimiento sólo el que surge de las ciencias particulares. Obviamente esta doctrina rechaza el conocimiento que proviene de la fe religiosa. Sin embargo, la ciencia no puede demostrar que sólo existe el conocimiento científico. Éste es un presupuesto filosófico que se acepta sin ninguna evidencia. De ahí que en el fondo el cientificismo sea una doctrina auto-contradictoria y por lo tanto absurda.
El desprecio de la religión, dimensión principal del ser humano, es un error básico de la ideología cientificista. Los cientificistas establecen una distinción y una oposición entre la ciencia y la religión. Es verdad que ciencia y religión son cosas distintas, pero no es verdad que sean opuestas entre sí. La verdadera ciencia y la verdadera religión se refieren a distintos aspectos de la realidad, mutuamente complementarios. El catolicismo reconoce la legítima autonomía de la ciencia; pero para que de hecho no existan conflictos entre ciencia y religión, es necesario que la ciencia sea efectivamente ciencia y no se transforme subrepticiamente en una falsa filosofía. El concepto moderno de ciencia abarca las ciencias particulares (matemática, física, química, biología, astronomía, etc.) y excluye la filosofía (ciencia universal), particularmente la metafísica. Pero el cientificismo no se deriva en modo alguno de las ciencias particulares, sino que es una postura filosófica errónea.
Muchos cientificistas piensan que la fe religiosa es uno de los grandes males del mundo, que debe ser erradicado. Esta opinión extremista y trasnochada depende de una visión errónea de la fe como una creencia irracional y de una falsa asociación entre la fe y el fanatismo religioso.
Consideremos por ejemplo nuestra propia religión. La religión católica rechaza el fideísmo -es decir una fe que desdeña todo fundamento racional- y propone una fe basada en motivos racionales de credibilidad. La verdadera fe no es irracional sino suprarracional. Supone la razón y la perfecciona. La certeza de la fe no proviene de una evidencia inmediata, pero sí de lo que podríamos llamar una evidencia mediata: es una adhesión razonable al testimonio de otros, que a su vez proviene de una evidencia inmediata. Esta adhesión concuerda con los resultados de una reflexión sobre la realidad cósmica e histórica y sobre la propia experiencia moral y espiritual. Por lo tanto la fe tiene una cierta forma de evidencia, distinta de la evidencia sensible y de la evidencia intelectual.
Por otra parte, es clarísimo que del hecho de que existan algunos creyentes fanáticos no se sigue (en buena lógica) que todos los creyentes sean fanáticos. Y de hecho la gran mayoría de los creyentes no son fanáticos.
Muchos cientificistas piensan que la fe, por ser irracional y subjetiva, es en cierto modo incomunicable. Éste es uno de los falsos estereotipos del secularismo: la razón sería lo eminentemente público, mientras que la fe sería algo puramente privado, precisamente por su falta de racionalidad. Sin embargo, lo cierto es que sí es posible transmitir la fe a otras personas, aunque no exclusivamente por medio de razonamientos lógicos (si bien éstos tienen un lugar en la propuesta y la defensa de la fe), sino sobre todo por medio de un llamado a participar en la propia experiencia de apertura confiada al misterio de Dios, con esperanza y amor.
Los cientificistas tienden a pensar que la ciencia está libre de la fe, principal vicio de la religión. Pero en realidad ocurre que cada científico individual, debido a la finitud de las capacidades humanas, es completamente incapaz de verificar por sí mismo todos los hechos, datos, hipótesis, teorías y leyes relevantes de su ciencia particular y mucho menos de la totalidad de las ciencias. De modo que el ámbito de la ciencia, aunque en grado menor que otros ámbitos de la vida, también requiere el ejercicio de la "fe humana", entendida como confianza otorgada al testimonio de otros, en función de un discernimiento racional acerca de su credibilidad.
Algunos cientificistas afirman que la religión en cierto sentido es ciencia, pero ciencia desacertada, dado que ofrece una cosmología y una biología falsas. En lo que respecta al catolicismo esta afirmación es errónea, ya que desestima la autonomía reconocida por la Iglesia a las ciencias naturales.
Coincidimos con los cientificistas en la condena a la astrología, la magia y la superstición, formas degeneradas de la religión que la Iglesia Católica rechaza con energía.

Muchos cientificistas opinan que la ciencia, destinada a sustituir a la religión, puede satisfacer al menos en parte las necesidades de explicación, consuelo y elevación que tienen los seres humanos. Con respecto a la necesidad de explicación, el aporte de la ciencia será siempre radicalmente insuficiente, puesto que las ciencias particulares se mueven dentro del ámbito de las "causas segundas" y por lo tanto son -por definición- incapaces de responder a la pregunta del hombre sobre el sentido último de la existencia. Ninguna explicación que no llegue a la Causa Primera calmará jamás ni un ápice el hambre de sentido de la persona humana.
Con respecto a la necesidad de consuelo, la argumentación de estos cientificistas resulta patética: la ciencia puede ofrecer paliativos baratos, como las drogas que mitigan el dolor. Olvidan que en último análisis no es el dolor lo que frustra la vida de una persona, sino la falta de amor.
Con respecto a la necesidad de elevación, estos cientificistas sostienen que la ciencia es capaz de suscitar un asombro ante las maravillas del universo y de la vida que supera con creces los más salvajes sueños del santo o de los embelesos místicos. Podemos sospechar que los cientificistas no están capacitados para emitir tal juicio, porque no tienen una idea cabal acerca de la experiencia religiosa. Además, la alegría que produce la contemplación de la belleza de la creación depende sustancialmente de que se trate efectivamente de una "creación". En caso contrario, el universo sólo produciría el horror de un absurdo abismal, de una vanidad completa y cruel.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.

INTERVALO MUSICAL

Continuamos el programa Nº 30 de “Verdades de Fe”. Este programa es transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo, Tacuarembó y San José. Saludamos a todos nuestros oyentes y los invitamos a plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535.
Nuestro programa de hoy está dedicado al cientificismo, falsa ideología que niega la validez de cualquier conocimiento que no sea científico.

Muchos cientificistas sostienen que la educación religiosa de los niños es una forma de abuso mental; que un niño de cuatro años no puede ser cristiano como no puede ser liberal o monetarista; que la religión se acepta de manera absoluta y sin cuestionamientos; y que los padres creyentes ejercen una forma absoluta de autoridad para decidir cuáles serán las opiniones de sus hijos sobre la existencia. Como cristianos respondemos que la transmisión de la fe de los padres a los hijos es no sólo lícita sino incluso obligatoria desde el punto de vista moral, porque los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos, formándolos como personas íntegras, orientadas hacia la verdad, el bien y la belleza. Al ser el hombre un ser esencialmente religioso, una educación que prescinda de la religión o la desestimule tenderá a formar personas espiritualmente insensibles. Una educación irreligiosa es una grave desventaja, que costará mucho contrarrestar posteriormente.
La fe religiosa no es comparable con una ideología política o económica, porque la experiencia de Dios es la experiencia humana fundamental, que en cierto modo se da siempre y en todo lugar. Un niño tiene conciencia del significado de su fe en la medida correspondiente a su edad y grado de madurez. La fe religiosa de un niño debe madurar, como todas sus restantes capacidades, al mismo ritmo de su crecimiento personal.
¿Por qué los padres tendrían que abstenerse de transmitir su fe religiosa a sus hijos, siendo que la fe es para ellos la verdad suprema, la orientación al sumo bien y la adhesión a la máxima belleza? ¿Por qué los padres creyentes habrían de privar a sus hijos del contacto con lo más valioso que tienen para darles, mientras que a la vez se les exige transmitirles conocimientos, inculcarles valores y despertarles afectos que son de mucha menor importancia? (por ejemplo, conocimientos relativos al lenguaje, reglas de urbanidad, espíritu deportivo, etc.).
Por otra parte, influir en las ideas de una persona no equivale a determinarlas absolutamente. La educación es una influencia poderosa, pero no anula la libertad del ser humano para optar por posturas distintas a las que le fueron transmitidas. En particular la educación religiosa no es algo impuesto, sino algo propuesto por medio del testimonio de los educadores creyentes (padres, docentes, etc.). El acto de fe es siempre un acto libre.
Más aún, no está en las manos de los padres la posibilidad de no influir en sus hijos. La educación neutral es algo semejante a un círculo cuadrado, o sea una auto-contradicción. Los padres influyen necesariamente en la vida de sus hijos. Sólo pueden elegir en qué sentido quieren influir: en este caso, a favor o en contra de la fe religiosa.
Incluso admitiendo (por el absurdo) que los padres pudieran llevar a cabo una educación realmente neutral en el plano religioso, los hijos estarían necesariamente expuestos a las múltiples influencias del resto del mundo, que muchas veces actuarían en un sentido contrario al deseado por los padres. Si los padres creyentes no cumplen su deber de dar a sus hijos una educación religiosa, el mundo se encargará de aprovechar rápida y concienzudamente esa omisión llenando su vacío espiritual, tal vez con algún falso sucedáneo de la religión, como el cientificismo u otros mil.
En particular la religión cristiana implica una relación personal con Dios. Los padres cristianos que no educan a sus hijos en la fe les impiden conocer y amar a su Padre celestial, escuchar y seguir a su Redentor Jesucristo, descubrir y alabar la presencia del Espíritu Santo en sus propias almas. ¿Acaso aprobaríamos la actitud de una madre que no permitiera a sus hijos conocer a su padre o tener contacto con su mejor amigo?

Los cientificistas afirman que nuestro inmenso universo es indiferente a la noticia del nacimiento, la pasión y la muerte de Cristo, porque en 2.000 años esa noticia no puede haber viajado muy lejos en términos cósmicos. Respondemos que asignar un sentimiento de indiferencia al universo es un antropomorfismo. Sólo pueden ser indiferentes las personas, seres dotados de razón, libre albedrío y capacidad de amar. No hay ninguna evidencia ni ningún argumento sólido que demuestre la existencia de personas en el universo material fuera de nuestro planeta. Por lo tanto no hay razones para pensar que hay allí nadie que pueda ser indiferente a la Pascua de Cristo, ni a cualquier otra cosa.
Además y sobre todo, el misterio pascual que constituye el centro de la fe cristiana no incluye sólo la muerte de Cristo, sino también su resurrección y ascensión al cielo. La naturaleza humana de Cristo resucitado (por no hablar de su naturaleza divina) ya no está limitada por el espacio y el tiempo, sino que participa de la misma trascendencia e inmanencia de Dios. Por eso la Pascua de Cristo es un hecho a la vez histórico y trascendente, cuyos efectos alcanzan a todo tiempo y lugar.
Los cientificistas oponen el evolucionismo al creacionismo. Se trata una vez más de una falsa oposición. Lo opuesto al evolucionismo no es el creacionismo, sino el fijismo, o sea la doctrina que afirma que cada especie surgió por separado y se mantuvo fija, sin evolucionar. Lo opuesto al creacionismo no es el evolucionismo, sino cualquier doctrina que niegue la creación, como -por ejemplo- el materialismo. Dios es tan capaz de crear un universo fijo como uno evolutivo. Incluso podría decirse que un universo evolutivo sugiere con mucha más fuerza la idea de creación que un universo fijo.

Los cientificistas pretenden sustituir la moral basada en la religión por una moral racional. La Iglesia católica afirma la existencia de una ley moral natural que es cognoscible por medio de la razón, pero a la vez sostiene que Dios reveló también verdades naturales (por ejemplo las normas morales del Decálogo) a fin de que todos los hombres pudieran conocerlas con facilidad, con firme certeza y sin mezcla de error. Por lo tanto la fe, a la vez que fortalece el fundamento de la ley moral, permite profundizar su conocimiento. Por otra parte, podemos sospechar que una moral cientificista tendría muy graves dificultades para establecer normas morales absolutas.
Por ejemplo, Richard Dawkins, un conocido cientificista, se pregunta si debemos seguir los postulados de los pro-vida, que valoran la vida de un feto humano con las facultades de un gusano por sobre la vida de un ser pensante y con sentimientos como un chimpancé. Esta pregunta de Dawkins encierra dos afirmaciones inaceptables: un feto humano no tiene las facultades de un gusano, sino las facultades de un ser humano en una etapa incipiente de su desarrollo, que incluyen potencialmente todas las facultades de un hombre adulto normal.
Por otra parte un chimpancé no es un ser pensante y con sentimientos, a menos que definamos el pensamiento y los sentimientos de una forma suficientemente rastrera como para incluir en una misma bolsa a personas y animales. Esta pregunta de Dawkins provoca serias dudas sobre su pretendido "humanismo".

El mismo Dawkins, en una exposición de su "escatología científica", afirma que toda vida, toda risa y toda pena están condenadas al final a la fría nada. El autor se desliza subrepticiamente de una afirmación científicamente fundada a un cientificismo ilegítimo. El hecho de que las leyes naturales parezcan condenar al universo material a una "muerte total" no autoriza a la ciencia a negar que la persona humana, que no es sólo material, esté llamada a un destino trascendente.

Algunos cientificistas tienden a creer en la superioridad moral de los científicos con respecto a las personas religiosas. Parecen no tener en cuenta que, si bien la ciencia es una actividad tan noble como -por ejemplo- la política, los científicos son seres humanos como los demás, tan expuestos al egoísmo y las pasiones como los políticos; y de hecho los científicos han actuado a menudo de forma inmoral, por ejemplo desarrollando armas nucleares, químicas y bacteriológicas, realizando experimentos médicos inhumanos, intentando crear técnicas de manipulación genética que atentan contra la dignidad humana (por ejemplo, la clonación humana), etc. Los científicos no escapan a la "ley de la culpabilidad universal", que es la contracara empírica del dogma del pecado original.

Todas estas consideraciones que hemos hecho son sólo una muestra de las profundas y crecientes dificultades intelectuales que enfrenta la postura cientificista.

Querido amigo, querida amiga:
El cientificismo es una ideología bastante común, a menudo emparentada con el ateísmo o el agnosticismo. Los cientificistas presumen de apoyarse sólo en la ciencia, pero en realidad tienden a aceptar una gran cantidad de postulados completamente absurdos o arbitrarios. Por ejemplo, suelen afirmar, sin ninguna clase de pruebas válidas, proposiciones como las siguientes:
• El universo es eterno o bien surgió espontáneamente de la nada.
• El orden y la evolución del cosmos son meros productos del azar.
• La vida surgió espontáneamente de la materia inerte.
• El orden y la evolución de los seres vivos son meros productos del azar.
• El hombre surgió de un primate por la mera evolución natural.
• El hombre es sólo un animal algo más evolucionado que los demás.
• El hombre, por medio de la sola razón natural, puede conocer todas las verdades o bien no puede conocer la verdad.
• El hombre no es libre.
• El hombre cesa de existir absolutamente en la muerte.
• El hombre y el universo carecen de una finalidad.
Cuando te encuentres con alguien que defiende afirmaciones de este estilo, no te dejes impresionar por su aparente cientificidad y pídele con respeto y firmeza que trate de darles una verdadera justificación racional. Probablemente comprobarás que el ateísmo contemporáneo tiende a ser puramente postulatorio, es decir que niega a Dios en el mismo punto de partida, sin ningún tipo de prueba.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Sede de la Sabiduría, ruego a Dios todopoderoso y eterno que te conceda siempre apreciar la verdadera ciencia y verte libre de los errores de la ideología cientificista.
Damos fin al programa Nº 30 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta la semana próxima. Que Dios los bendiga día tras día.

Daniel Iglesias Grèzes
10 de octubre de 2006.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

jajajajajaja tu religion acepta a la ciencia?? jaja pregutnale a Galielo a ver que te dice!


La ciencia duda, la fe afirma o niega cosas...

3:10 p. m.  
Blogger Daniel Iglesias Grèzes said...

Estimado lector anónimo:

La religión cristiana es compatible con la ciencia. Galileo Galilei es un buen ejemplo de esta afirmación: fue durante toda su vida un devoto católico.

La ciencia no sólo duda. Si sólo dudara, de poco nos serviría. La ciencia también afirma o niega cosas, de acuerdo con los resultados de la aplicación del método científico.

La teología también es una ciencia, aunque su método es diferente al de las ciencias particulares.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

5:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La mayoría de los anticatólicos salen con el cuentito de Galileo sin jamás haber leído los datos históricos. Eso sí que es tener fe.. ¿o fideísmo?

3:21 a. m.  

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