20 agosto 2006

Programa Nº 23: Jesús de Nazaret, ser histórico

Muy buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Damos inicio al programa Nº 23 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó y también a través de Internet. Pueden enviarnos sus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535 o al mail info.ury@radiomaria.org. Estaré dialogando con ustedes durante media hora.
El programa de hoy estará referido a Jesús de Nazaret como figura histórica, es decir como un ser que pertenece a la historia y no al mito.

En la primera parte del programa presentaremos los testimonios no cristianos más antiguos sobre Jesús.
Lamentablemente hay todavía personas poco informadas que sostienen la teoría de la inexistencia histórica de Jesús, aunque hace ya mucho tiempo que esa teoría está desacreditada y que el asunto no se discute entre los historiadores y los estudiosos serios del Nuevo Testamento. Estas personas desconocen los resultados de la ciencia y se dejan guiar por inescrupulosos autores de best-sellers. Se ha puesto claramente en evidencia que negar la existencia histórica de Jesús es tan absurdo como negar la existencia histórica de Julio César o de Napoleón Bonaparte. Los 27 libros del Nuevo Testamento, y particularmente los cuatro evangelios canónicos, son perfectamente suficientes para demostrar por sí solos la tesis de existencia de Jesús. Pero además de ellos y de la abundante literatura cristiana (patrística y apócrifa) de los siglos I y II, encontramos en esos dos primeros siglos unos cuantos testimonios de escritores paganos y judíos sobre Jesús, que sirven para confirmar dicha tesis.

Veamos en primer lugar los testimonios paganos:
Hacia el año 112, Plinio el Joven, legado imperial en las provincias de Bitinia y del Ponto (situadas en la actual Turquía) escribió una carta al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a muchos de los cuales había mandado ejecutar. En esa carta menciona tres veces a Cristo a propósito de los cristianos. En la tercera oportunidad dice que los cristianos "afirmaban que toda su culpa y error consistía en reunirse en un día fijo antes del alba y cantar a coros alternativos un himno a Cristo como a un dios".

Hacia el año 116, el historiador romano Tácito escribió sus "Anales". En el libro XV de los Anales Tácito narra el pavoroso incendio de Roma del año 64. Se sospechaba que el incendio había sido ordenado por el emperador Nerón. Tácito escribe que "para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad..." Luego Tácito continúa el relato de la persecución de los cristianos por el emperador Nerón.

Hacia el año 120, el historiador romano Suetonio escribió una obra llamada "Sobre la vida de los Césares". En el libro dedicado al emperador Claudio (41-54), Suetonio escribe que Claudio "expulsó de Roma a los judíos, que provocaban alborotos continuamente a instigación de Cresto". La expulsión de los judíos de Roma por orden de Claudio se menciona también en los Hechos de los Apóstoles, capítulo 18, versículo 2.

En la segunda mitad del siglo II, el escritor Luciano de Samosata, oriundo de Siria, se refirió a Jesús en dos sátiras burlescas, llamadas "Sobre la muerte de Peregrino" y "Proteo". En la primera de ellas habla así de los cristianos: "Después, por cierto, de aquel hombre a quien siguen adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres... Además su primer legislador les convenció de que todos eran hermanos y así, tan pronto como incurren en este delito, reniegan de los dioses griegos y en cambio adoran a aquel sofista crucificado y viven de acuerdo a sus preceptos."

A fines del siglo I, el sirio Mara ben Sarapión se refirió así a Jesús en una carta a su hijo: "¿Qué provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, delito que hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron despojados de su reino? Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los hebreos fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por doquier. Sócrates no murió, gracias a Platón; tampoco Pitágoras, a causa de la estatua de Era; ni el rey sabio, gracias a las nuevas leyes por él promulgadas."

A continuación presentaremos brevemente los testimonios sobre Jesús de autores judíos de esa misma época:
Todavía en el siglo I, el historiador samaritano Thallos aludió en sus escritos a las tinieblas que sobrevinieron en ocasión de la muerte de Jesús e intentó explicarlas como un eclipse de sol. Esta parte de sus escritos fue citada luego por los historiadores romanos Julio Africano y Flegón Tralliano.

El Talmud, compendio de la antigua literatura rabínica, contiene varias referencias a Jesús. Ellas están inspiradas por una actitud polémica anticristiana, que les da un carácter calumnioso. No obstante pueden ser de alguna utilidad para una investigación histórica sobre Jesús, no tanto por lo que afirman falsamente, sino por lo que suponen: la existencia histórica de Jesús, su condena a muerte con intervención de las autoridades religiosas judías, sus milagros (rechazados como producto de la magia), etc. Citaremos sólo un pasaje del Talmud babilónico (Sanhedrin 43a): "En la víspera de la fiesta de pascua se colgó a Jesús. Cuarenta días antes, el heraldo había proclamado: `Es conducido fuera para ser lapidado, por haber practicado la magia y haber seducido a Israel y haberlo hecho apostatar. El que tenga algo que decir en su defensa, que venga y lo diga´. Como nadie se presentó para defenderlo, se lo colgó la víspera de la fiesta de pascua".

En último término me referiré al más conocido de los testigos extrabíblicos sobre Jesús: el historiador judío Tito Flavio Josefo, del siglo I. Flavio Josefo se refirió a Jesús en dos pasajes de sus “Antigüedades judías”. El primero de ellos es el célebre Testimonium Flavianum. El texto recibido dice lo siguiente: "Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre; porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los príncipes responsables de entre los nuestros, Pilato lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos que de él toma nombre."
Se ha discutido mucho sobre el problema de la autenticidad del Testimonio Flaviano. En general se puede decir que en torno a este problema existen tres posturas básicas:
1. la tesis de la autenticidad total afirma que Flavio Josefo escribió el texto tal como lo conocemos;
2. la tesis de la interpolación total afirma que todo el pasaje fue introducido en la obra de Josefo por un autor cristiano posterior;
3. la "hipótesis del retoque" afirma que un copista cristiano medieval habría hecho algunas modificaciones al texto original de Josefo, que es la base del texto actual.
La tesis de la autenticidad total no explica suficientemente los elementos cristianos. El texto actual parece una confesión de fe cristiana, cosa bastante improbable en un autor judío. La tesis de la interpolación total tampoco es convincente, porque el Testimonio Flaviano contiene muchos términos y expresiones inusuales en el lenguaje cristiano y propios del lenguaje de Flavio Josefo. Por eso hoy en día prevalece ampliamente la hipótesis del retoque. Se han hecho muchos intentos de reconstrucción de la forma original del Testimonio Flaviano. Un reciente descubrimiento parece confirmar esta hipótesis: En 1971 el autor judío S. Pines citó por primera vez en el contexto de este debate una versión árabe del Testimonium Flavianum que Agapio, obispo de Hierápolis (del siglo X), incluyó en su historia universal. El texto árabe coincide significativamente con las reconstrucciones críticas del texto original de Josefo. Dice así: "Josefo refiere que por aquel tiempo existió un hombre sabio que se llamaba Jesús. Su conducta era buena y era famoso por su virtud. Y muchos de entre los hebreos y de otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que se habían hecho discípulos suyos no abandonaron su discipulado. Ellos contaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; quizás, por esto, era el Mesías, del que los profetas contaron maravillas."
Un texto como éste pudo perfectamente haber sido escrito por Flavio Josefo.

Ocho testigos paganos y judíos en dos siglos no es mucho, pero es suficiente para confirmar no sólo la existencia histórica de Jesús, sino también algunos datos básicos que los Evangelios nos ofrecen sobre Él. En general lo que estos autores escriben sobre Cristo y los cristianos no es muy favorable, pero esto es exactamente lo que cabía esperar de ellos, según su mentalidad.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.

INTERVALO MUSICAL

Continuamos el programa Nº 23 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó. Saludamos a todos nuestros oyentes y les recordamos que pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535.
Nuestro programa de hoy está dedicado al carácter histórico de la figura de Jesús de Nazaret. En la primera parte del programa presentamos los testimonios más antiguos de autores paganos y judíos acerca de Jesús, basándonos principalmente en un escrito del Pbro. Miguel Antonio Barriola, Doctor en Sagrada Escritura.
En la segunda parte analizaremos una de las teorías mitológicas acerca de Jesús que está en boga en algunos sectores populares con escasa formación en historia y en teología. Nos referimos a la teoría que intenta relacionar estrechamente a Cristo y a Mitra, una deidad de la antigua Persia.

Una de las muchas objeciones sin valor esgrimidas por los críticos anticristianos en contra de la fe de la Iglesia se basa en el supuesto influjo del mitraísmo sobre el cristianismo. La tesis que queremos analizar y refutar aquí es la que afirma que el cristianismo ha surgido fundamentalmente del mito de Mitra, transmutado mediante algún proceso psicosociológico en el Cristo de la fe.
En primer lugar se debe notar que las "soluciones mitológicas" al problema de Jesucristo son muy numerosas: hay quienes sostienen que las primitivas comunidades cristianas transfirieron a Jesús su fe en un mito solar o las creencias del alegorismo alejandrino o un culto oriental de la crucifixión como acto litúrgico. Otros autores sostienen que Jesucristo no es sino la caricatura del dios indio Agni o del héroe babilónico Gilgamesh o del dios del sol de Canaán. Más aún, otros sedicentes "expertos" sostienen que Jesús fue un extraterrestre o un hongo alucinógeno o un fakir formado en la India o... mil disparates más.
En segundo lugar subrayo que, a pesar de que todas esas soluciones mitológicas son incompatibles entre sí, sus proponentes las presentan habitualmente como resultados definitivos de la investigación científica. He aquí una muestra flagrante de deshonestidad intelectual... Alfred Loisy (famoso teólogo católico disidente de principios del siglo XX) ironizó sobre las "alborotadas conjeturas de los mitólogos" y escribió: "Las presuntas conclusiones definitivas de estos señores no hay necesidad de tomarlas muy a lo trágico". Y Loisy era uno de ellos...

Veamos ahora qué se sabe con respecto al mitraísmo. Fue un culto al dios solar Mitra que floreció en Roma y en otras partes del Imperio Romano en los siglos II y III ¡después de Cristo! No se conoce ningún texto sagrado de esta religión, por lo cual lo poco que se sabe de ella proviene de hallazgos arqueológicos o de indicios aislados. El origen de este culto es muy discutido entre los estudiosos. Dado que en las antiguas religiones de Persia y de la India existieron dioses de nombres parecidos (Mithra, Mithras, etc.) algunos han postulado una relación genética entre el mitraísmo y una de estas religiones. En particular el belga Cumont propuso la hipótesis de un origen persa. Su obra tiene algunas debilidades y continúa siendo debatida. De todos modos no es posible probar que las características propias del culto romano de Mitra provengan de la antigüedad persa. Mitra (o un dios de nombre semejante) era una deidad inferior en el panteón persa y en el hindú y al parecer no recibió ningún culto litúrgico especial en Persia. El mitraísmo romano fue una de las muchas "religiones de misterios" que proliferaron en el Imperio por esa misma época. No fue sino uno de los muchos cultos que compitieron con el cristianismo. Además de la religión pagana oficial de Roma, existían los cultos mistéricos de Osiris, Isis, Adonis, Cibeles, etc. Todos estos cultos mistéricos eran "religiones esotéricas", es decir sectas cerradas reservadas a relativamente pocos iniciados en los misterios respectivos. El culto de Mitra excluía a las mujeres, pero no prohibía la pertenencia simultánea del iniciado a otra religión. Mitra era adorado en pequeños templos con forma de cueva, presididos por una estatua que representaba a Mitra sacrificando un toro. El sentido de este sacrificio es discutido; probablemente tiene relación con la astrología. En esos templos los fieles realizaban sus ritos, entre los cuales se destacaban los ritos de iniciación y los banquetes sagrados.

Pasemos ahora a las supuestas influencias del mitraísmo sobre el cristianismo. De todas las supuestas semejanzas enumeradas por los partidarios del origen "mitrano" del cristianismo, sólo una podría llegar a tener tal vez un sustento histórico plausible: la referida a la fecha de celebración de la Navidad. La fecha exacta del nacimiento de Jesús es desconocida. Los evangelios no dan ningún dato preciso al respecto. Desde el siglo II se comenzó a celebrar la Navidad el día 6 de enero. La mayoría de las iglesias de Oriente continúan celebrando la Navidad en ese día, de lo cual se deduce que la fecha exacta de la Navidad no afecta a la esencia del cristianismo. Durante el siglo IV un Papa determinó que la Navidad se celebrara el día 25 de diciembre. Es posible que la motivación principal de este cambio de fecha fuera el deseo de competir con el culto pagano y el culto de Mitra, que celebraban ese mismo día (debido al solsticio de invierno) la fiesta del nacimiento del Sol invicto. Cronológicamente el 25 de diciembre fue en Roma primero una fiesta pagana, adoptada luego por los fieles de Mitra y luego por la Iglesia católica. La celebración de la Navidad el día 25 de diciembre se extendió pronto a todo Occidente y a Oriente. No tiene ningún sentido hablar aquí de un "plagio". Este concepto es totalmente inaplicable en este contexto. Ni el paganismo ni (menos aún) el mitraísmo tenían ningún derecho monopólico sobre el día 25 de diciembre. El cambio de fecha de la Navidad fue una decisión legítima y conveniente de la autoridad eclesiástica. Éste puede ser considerado como un caso notable del "poder de asimilación" del cristianismo, que el gran teólogo del siglo XIX John Henry Newman (en su célebre "Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana") consideró como una de las siete notas que permiten distinguir un desarrollo auténtico de la doctrina cristiana de una corrupción de la misma.

El resto de las supuestas semejanzas entre mitraísmo y cristianismo cabe en alguna de estas tres categorías:
1) Semejanzas inexistentes (frutos de la imaginación de algún autor).
En este rubro podríamos ubicar la supuesta utilización en los banquetes sagrados "mitranos" de las palabras de Jesús en la Última Cena, más concretamente las palabras de la institución de la eucaristía. Este desvarío se puede encontrar en Internet en algunos de los muchos sitios web anticristianos que recurren a la "hipótesis mitológico-mitrana".
2) Semejanzas que son el resultado de desarrollos independientes (frutos de la universal tendencia religiosa del ser humano).
En este rubro podríamos ubicar la existencia en ambos cultos de procesos de iniciación (muy diferentes entre sí), de ritos de purificación con agua (con significados muy diferentes), de sacrificios o banquetes rituales (la Santa Misa es un sacrificio-banquete sumamente diferente de los respectivos ritos "mitranos"), etc.
3) Semejanzas que son el resultado de influencias en el sentido inverso (es decir, del cristianismo al mitraísmo).
En este rubro podríamos ubicar la adoración de los pastores y de los magos en el nacimiento de Mitra. No incluyo aquí el supuesto nacimiento de Mitra de una virgen sólo porque, según mis modestas investigaciones, Mitra no nació de una virgen sino de una roca (!!).

Más allá de estos gruesos errores históricos, la tesis que estamos analizando adolece de una grave falencia lógica. La estructura general del argumento "mitológico-mitrano" tiene la forma siguiente:
· Premisa 1: Existen analogías entre el cristianismo y el mitraísmo.
· Premisa 2: El mitraísmo es una religión esencialmente falsa.
· Conclusión: El cristianismo es una religión esencialmente falsa.
Aunque diéramos por buenas ambas premisas, es evidente que en este razonamiento hay algo que no funciona. En este "silogismo rengo" falta una conexión lógica, ya que la conclusión no se deduce de las premisas.
Dos cosas son análogas cuando entre ellas existen semejanzas y desemejanzas. Para que este razonamiento fuera correcto habría que demostrar que la semejanza se da en un elemento esencial a ambas religiones y que el tal elemento resulta falso en el mitraísmo. Pero en el argumento "mitológico-mitrano" falta esa demostración.
No sólo no está probado que Cristo es un mito semejante al de Mitra, sino que está probado precisamente lo contrario, como hemos visto antes: que Jesucristo pertenece a la historia y no al mito.
Por lo demás, en la perspectiva cristiana no resulta en modo alguno preocupante que existan analogías entre el cristianismo y otras religiones, antiguas o modernas. Todo lo que en éstas hay de verdadero y bueno resulta ser una providencial preparación al Evangelio de Jesucristo; lo que en ellas hay de erróneo o malo es resultado de la limitación y el pecado del hombre.

Concluyo con una cita de Jean Guitton:
"Los historiadores del tercer milenio, que lleguen a descubrir una breve biografía de Napoleón salvada casualmente de una catástrofe atómica, si emplean los mismos métodos que se han seguido con Jesús, demostrarán que la epopeya napoleónica no es más que un mito. Una leyenda en la que los hombres del lejano siglo XIX han encarnado la idea preexistente del "Genial Caudillo". Las expediciones en el desierto y entre las nieves, su nacimiento y muerte en una isla, su mismo nombre, su caída, su resurgimiento, su recaída bajo los golpes de la envidia y de la reacción, el exilio en medio del océano. "De todo esto resulta evidente que Napoleón nunca existió. Se trata del eterno mito del Emperador; acaso es la misma idea de Francia a la que un desconocido grupo de fanáticos patriotas ha dado un nombre, una existencia y una empresa fantásticas a comienzos del siglo XIX", dirán infinitos expertos. Es decir, los sucesores de esos especialistas que aplican ese método al problema de Jesús de Nazaret".

Querido amigo, querida amiga:
Realmente la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria. Jesús de Nazaret no es ninfgún mito, sino una figura histórica muy bien conocida, que vivió en una época y en una región bien determinadas. Los Evangelios, todo el Nuevo Testamento y toda la literatura cristiana antigua nos da un testimonio de fe acerca de Él, pero esos testimonios tienen también un fuerte valor histórico. Además bastantes autores paganos y judíos antiguos confirman la verdad de la existencia histórica de Jesús y de algunos de los datos básicos que los Evangelios nos proporcionan sobre su vida y su muerte.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo, ruego a Dios Padre que te conceda conocer cada vez más a Jesús de Nazaret, el Redentor del hombre, y crecer en el amor y el seguimiento de Jesús.
Damos fin al programa Nº 23 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta la semana próxima. Que Dios te bendiga día tras día.

Daniel Iglesias Grèzes
22 de agosto de 2006.

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