Programa Nº 18: La vida eterna
Buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Damos inicio al programa Nº 18 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó y a través de Internet. Pueden enviarnos sus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535 o al mail info.ury@radiomaria.org. Estaré con ustedes hasta las 22:00.
El programa de hoy estará referido a la resurrección de la carne y la vida eterna.
En primer lugar escucharemos lo que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números 202-216, nos dice sobre estos dos últimos artículos del Credo Apostólico:
“¿Qué se indica con el término «carne» y cuál es su importancia?
El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. «La carne es soporte de la salvación». En efecto, creemos en Dios que es el Creador de la carne; creemos en el Verbo hecho carne para rescatar la carne; creemos en la resurrección de la carne, perfección de la Creación y de la redención de la carne.
¿Qué significa la expresión «resurrección de la carne»?
La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida.
¿Qué relación existe entre la resurrección de Cristo y la nuestra?
Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación».
¿Qué sucede con la muerte a nuestro cuerpo y a nuestra alma?
Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento.
¿Qué significa morir en Cristo Jesús?
Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre. «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él, también viviremos con Él».
¿Qué es la vida eterna?
La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno por un juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final.
¿Qué es el juicio particular?
Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación con su fe y sus obras. Esta retribución consiste en el acceso a la felicidad del cielo, inmediatamente o después de una adecuada purificación, o bien de la condenación eterna al infierno.
¿Qué se entiende por cielo?
Por cielo se entiende el estado de felicidad suprema y definitiva. Todos aquellos que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles y a los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios «cara a cara», viven en comunión de amor con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros.
¿Qué es el purgatorio?
El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza.
¿Cómo podemos ayudar en la purificación de las almas del purgatorio?
En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de penitencia.
¿En qué consiste el infierno?
Consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren, por libre elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta realidad con las palabras «Alejaos de mí, malditos al fuego eterno».
¿Cómo se concilia la existencia del infierno con la infinita bondad de Dios?
Dios quiere que «todos lleguen a la conversión», pero, habiendo creado al hombre libre y responsable, respeta sus decisiones. Por tanto, es el hombre mismo quien, con plena autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios si, en el momento de la propia muerte, persiste en el pecado mortal, rechazando el amor misericordioso de Dios.
¿En qué consistirá el juicio final?
El juicio final (universal) consistirá en la sentencia de vida bienaventurada o de condena eterna que el Señor Jesús, retornando como juez de vivos y muertos, emitirá respecto «de los justos y de los pecadores», reunidos todos juntos delante de sí. Tras del juicio final, el cuerpo resucitado participará de la retribución que el alma ha recibido en el juicio particular.
¿Cuándo tendrá lugar este juicio?
El juicio final sucederá al fin del mundo, del que sólo Dios conoce el día y la hora.
¿Qué es la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva?
Después del juicio final, el universo entero, liberado de la esclavitud de la corrupción, participará de la gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos cielos y la tierra nueva». Así se alcanzará la plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización definitiva del designio salvífico de Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra». Dios será entonces «todo en todos», en la vida eterna.
A continuación intentaremos profundizar sobre la escatología colectiva, es decir la parte de la teología que trata acerca de la Parusía, el fin de los tiempos, el juicio final, la resurrección de los muertos, los cielos nuevos y la tierra nueva.
La parusía es la manifestación de Cristo-Pascua, quien por su Espíritu recapitula la creación y la historia en el Padre. "Parusía" significa "Presencia" o "Venida"; alude a la Segunda Venida del Hijo del Hombre. La esperanza trascendente del cristiano se expresa en Apocalipsis 22,20 con una simple jaculatoria: "Maranathá", que significa "El Señor viene" o "Ven, Señor".
Como Cristo resucitó en la Pascua, también nosotros resucitaremos en la Parusía. Los capítulos 24 y 25 del Evangelio de Mateo relacionan la Pascua y la Parusía.
Cabe destacar que Jesús defiende la doctrina de la resurrección contra los saduceos. Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.
“Creemos en la verdadera resurrección de esta carne que poseemos ahora”. No obstante se siembra en el sepulcro un cuerpo corruptible, resucita un cuerpo incorruptible, un “cuerpo espiritual”.
Muchas de las parábolas de Jesús se refieren al juicio final: en Mateo 13 tenemos la parábola del trigo y la cizaña y la parábola de la red; en Mateo 25 tenemos la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias, la parábola de los talentos y la parábola del juicio final.
Todo será recapitulado en Cristo. La fe católica sobre la relación del mundo presente con el mundo futuro integra dos aspectos complementarios: por una parte, el mundo futuro surgirá a partir de una transformación del mundo presente; por otra parte, el mundo futuro será un mundo totalmente renovado, fruto de la acción transfiguradora de Dios.
Ahora intentaremos profundizar sobre la escatología individual, es decir la parte de la teología que trata acerca de la muerte, el juicio particular, el infierno, el purgatorio y la gloria del cielo.
“Cielo”, “Purgatorio” e “Infierno” representan los estadios definitivos de los hombres que se salvan, pasan por la purificación o se condenan eternamente.
Como consecuencia del pecado original, el hombre debe sufrir la muerte corporal, de la que se habría liberado, si no hubiera pecado. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación. Al morir, cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y de muertos.
Jesús enseña que la retribución sigue inmediatamente a la muerte en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón y en sus palabras al Buen Ladrón en la Cruz.
El Credo del Pueblo de Dios del Papa Pablo VI, en su número 28, dice así:
“Creemos que las almas de todos los que mueren en la gracia de Cristo... constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos”
Las almas que pertenecen a la Iglesia celestial gozan de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como Él es y participan en el gobierno divino de las cosas, por su intercesión y su fraterna solicitud por nosotros.
La escatología intermedia se refiere al período entre el juicio particular y el juicio final. En ese período existen las almas separadas y el purgatorio. Los que mueren en la gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios. En virtud de la “comunión de los santos”, la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico.
Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la “triste y lamentable realidad de la muerte eterna”, llamada también "Infierno". La pena principal del Infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien solamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las cuales ha sido creado y a las cuales aspira. La Iglesia ruega para que nadie se pierda: “Jamás permitas, Señor, que me separe de ti.” Si bien nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que “Dios quiere que todos los hombres se salven” y que para Él "todo es posible”.
La comunión de los santos es una unión de toda la Iglesia con Jesucristo. Participan de esta unión la Iglesia del Cielo o triunfante, la Iglesia del Purgatorio o purgante y la Iglesia de la Tierra o militante. La comunión de los santos es también una comunicación de bienes espirituales. En ella encuentran su lugar los sufragios por los difuntos, el culto de veneración a los santos y la intercesión de los santos.
Históricamente, los errores principales en materia de escatología han sido los siguientes:
1) El platonismo negó la resurrección.
2) El origenismo enseñó la apocatástasis, el infierno medicinal, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
3) La reforma protestante negó la existencia del purgatorio y las indulgencias.
4) Algunos protestantes del siglo XX enseñaron la doctrina de la muerte total y la recreación.
Recordemos ahora algunos pronunciamientos del Magisterio en esta materia:
1) La constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (en 1336) definió el dogma de la retribución inmediata: visión beatífica, purgatorio o penas infernales).
2) El Concilio de Trento supuso que la existencia del purgatorio es una doctrina de fe definida.
3) La carta Recentiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe (en 1979) rechazó la doctrina de la resurrección en la muerte.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos el programa Nº 18 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó. Saludamos a todos nuestros oyentes y les recordamos que pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la vida eterna. En la primera parte del programa hemos presentado la escatología colectiva y la escatología individual.
A continuación hablaremos sobre el limbo, un tema semiolvidado que necesita una puntualización.
Permítanme partir de un recuerdo personal. En la escuela me enseñaron que los niños sin uso de razón que morían sin recibir el bautismo iban al limbo, un lugar en el que, sin sufrir tormentos, estarían eternamente privados de la visión de Dios. Si bien no se insistía demasiado en este aspecto de la doctrina, se lo presentaba como una verdad incuestionable. Sin embargo, si uno reflexionaba sobre ella, la doctrina sobre el limbo podía suscitar serias dificultades. Dado que la esencia del infierno consiste en la separación eterna de Dios y que el limbo implica esa separación, en realidad el limbo sería parte del infierno. Es cierto que el Magisterio de la Iglesia ha definido que quien muere con sólo el pecado original no puede alcanzar la salvación. No obstante, en el orden salvífico concreto establecido por Dios, ¿se da realmente esta posibilidad? La Iglesia católica ha enseñado siempre que fuera de ella no hay salvación y que para entrar en ella es necesario recibir el bautismo; pero tradicionalmente la teología católica ha reconocido que, además del bautismo sacramental, existen otras formas de bautismo (el bautismo de sangre y el bautismo de deseo) que también producen la incorporación a la Iglesia. Las personas no cristianas de buena voluntad pueden alcanzar la salvación por medio de una fe implícita, que implica un voto bautismal implícito (una forma del bautismo de deseo). Por eso, sin desmerecer la importancia fundamental del sacramento del bautismo, cabe preguntarse también acerca de la posibilidad de salvación de los niños sin uso de razón que mueren sin haber recibido dicho sacramento.
El pecado original es propio de cada uno, pero no es una falta personal. Considerando la infinita justicia y la voluntad salvífica universal de Dios, no es fácil comprender por qué no habrían de tener ninguna posibilidad de salvarse los niños muertos sin ningún pecado personal mortal (e incluso sin ningún pecado personal venial).
Después de mi infancia, prácticamente no volví a oír hablar del limbo por muchos años, excepto al leer "La Divina Comedia". Es interesante observar que Dante Alighieri comprendió bien la relación entre limbo e infierno, dado que ubicó al limbo como primer círculo del infierno.
¿Qué dice hoy la Iglesia acerca del limbo? Intentaré mostrar que en este punto ha habido un importante desarrollo doctrinal.
Es un hecho muy significativo que el Catecismo de la Iglesia Católica, un compendio muy completo y extenso de la doctrina católica, aun cuando reafirma la doctrina católica tradicional acerca del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, no diga ni una sola palabra sobre el limbo. En cambio afirma lo siguiente:
• Número 1261: "En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis", nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo".
• Número 1283: "En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación".
¿Qué implica esta enseñanza del Catecismo en relación con la doctrina tradicional acerca del limbo? Para resolver esta cuestión, me parece adecuado recordar una declaración muy esclarecedora del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien fue también el principal responsable de la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. Pues bien, en 1984, durante una entrevista con el periodista Vittorio Messori, el Cardenal Ratzinger (actual Papa Benedicto XVI) dijo lo siguiente:
"El limbo nunca fue una verdad de fe definida. Personalmente, hablando más que nunca como teólogo, y no como Prefecto de la Congregación, yo abandonaría esta que siempre fue apenas una hipótesis teológica. Se trata de una tesis secundaria, al servicio de una verdad que es absolutamente primaria para la fe: la importancia del bautismo. Para decirlo con las palabras mismas de Jesús a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios". Abandónese, pues, el concepto de "limbo", si fuera necesario (además, los propios teólogos que lo defendían afirmaban, al mismo tiempo, que los padres podrían evitarlo para el hijo por el deseo del bautismo de é1 y por la oración); mas no se abandone la preocupación que lo sustentaba. El bautismo jamás fue y no será jamás algo accesorio para la fe".
¿Ha cambiado entonces la fe de la Iglesia? El limbo nunca fue un dogma, sino una mera hipótesis teológica; por eso la Iglesia puede ahora dejarlo de lado, como lo está haciendo. La doctrina de la fe siempre se desarrolla a lo largo de la historia. Sin apartarse nunca del depósito de la fe recibido de Cristo, la Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, va profundizando su comprensión de la Palabra revelada por Dios y explicitando aspectos nuevos que ella contiene implícitamente. Así el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia la verdad completa.
Querido amigo, querida amiga:
Los cristianos creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Con humilde confianza en la infinita misericordia de Dios, esperamos la recapitulación de todas las cosas en Jesucristo y nuestro propio encuentro con Dios en la muerte y el juicio. Creemos en el dogma de la existencia del Infierno, a donde van los que rechazan la oferta divina de salvación hasta el fin. Creemos en el dogma de la existencia del Purgatorio, que no es un infierno temporal, sino un misterio de amor y una antesala del Cielo. Creemos en el dogma de la existencia del Paraíso, donde los bienaventurados verán a Dios y, sin dejar de ser distintos de Dios, participarán de la misma vida divina.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Reina de los Ángeles, ruego a Dios que no te apartes de Él y que te conceda algún día entrar a formar parte de Su Reino en el gozo perfecto del Cielo.
Damos fin al programa Nº 18 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios te bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
18 de julio de 2006.
El programa de hoy estará referido a la resurrección de la carne y la vida eterna.
En primer lugar escucharemos lo que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números 202-216, nos dice sobre estos dos últimos artículos del Credo Apostólico:
“¿Qué se indica con el término «carne» y cuál es su importancia?
El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. «La carne es soporte de la salvación». En efecto, creemos en Dios que es el Creador de la carne; creemos en el Verbo hecho carne para rescatar la carne; creemos en la resurrección de la carne, perfección de la Creación y de la redención de la carne.
¿Qué significa la expresión «resurrección de la carne»?
La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida.
¿Qué relación existe entre la resurrección de Cristo y la nuestra?
Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación».
¿Qué sucede con la muerte a nuestro cuerpo y a nuestra alma?
Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento.
¿Qué significa morir en Cristo Jesús?
Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre. «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él, también viviremos con Él».
¿Qué es la vida eterna?
La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno por un juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final.
¿Qué es el juicio particular?
Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación con su fe y sus obras. Esta retribución consiste en el acceso a la felicidad del cielo, inmediatamente o después de una adecuada purificación, o bien de la condenación eterna al infierno.
¿Qué se entiende por cielo?
Por cielo se entiende el estado de felicidad suprema y definitiva. Todos aquellos que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles y a los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios «cara a cara», viven en comunión de amor con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros.
¿Qué es el purgatorio?
El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza.
¿Cómo podemos ayudar en la purificación de las almas del purgatorio?
En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de penitencia.
¿En qué consiste el infierno?
Consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren, por libre elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta realidad con las palabras «Alejaos de mí, malditos al fuego eterno».
¿Cómo se concilia la existencia del infierno con la infinita bondad de Dios?
Dios quiere que «todos lleguen a la conversión», pero, habiendo creado al hombre libre y responsable, respeta sus decisiones. Por tanto, es el hombre mismo quien, con plena autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios si, en el momento de la propia muerte, persiste en el pecado mortal, rechazando el amor misericordioso de Dios.
¿En qué consistirá el juicio final?
El juicio final (universal) consistirá en la sentencia de vida bienaventurada o de condena eterna que el Señor Jesús, retornando como juez de vivos y muertos, emitirá respecto «de los justos y de los pecadores», reunidos todos juntos delante de sí. Tras del juicio final, el cuerpo resucitado participará de la retribución que el alma ha recibido en el juicio particular.
¿Cuándo tendrá lugar este juicio?
El juicio final sucederá al fin del mundo, del que sólo Dios conoce el día y la hora.
¿Qué es la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva?
Después del juicio final, el universo entero, liberado de la esclavitud de la corrupción, participará de la gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos cielos y la tierra nueva». Así se alcanzará la plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización definitiva del designio salvífico de Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra». Dios será entonces «todo en todos», en la vida eterna.
A continuación intentaremos profundizar sobre la escatología colectiva, es decir la parte de la teología que trata acerca de la Parusía, el fin de los tiempos, el juicio final, la resurrección de los muertos, los cielos nuevos y la tierra nueva.
La parusía es la manifestación de Cristo-Pascua, quien por su Espíritu recapitula la creación y la historia en el Padre. "Parusía" significa "Presencia" o "Venida"; alude a la Segunda Venida del Hijo del Hombre. La esperanza trascendente del cristiano se expresa en Apocalipsis 22,20 con una simple jaculatoria: "Maranathá", que significa "El Señor viene" o "Ven, Señor".
Como Cristo resucitó en la Pascua, también nosotros resucitaremos en la Parusía. Los capítulos 24 y 25 del Evangelio de Mateo relacionan la Pascua y la Parusía.
Cabe destacar que Jesús defiende la doctrina de la resurrección contra los saduceos. Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.
“Creemos en la verdadera resurrección de esta carne que poseemos ahora”. No obstante se siembra en el sepulcro un cuerpo corruptible, resucita un cuerpo incorruptible, un “cuerpo espiritual”.
Muchas de las parábolas de Jesús se refieren al juicio final: en Mateo 13 tenemos la parábola del trigo y la cizaña y la parábola de la red; en Mateo 25 tenemos la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias, la parábola de los talentos y la parábola del juicio final.
Todo será recapitulado en Cristo. La fe católica sobre la relación del mundo presente con el mundo futuro integra dos aspectos complementarios: por una parte, el mundo futuro surgirá a partir de una transformación del mundo presente; por otra parte, el mundo futuro será un mundo totalmente renovado, fruto de la acción transfiguradora de Dios.
Ahora intentaremos profundizar sobre la escatología individual, es decir la parte de la teología que trata acerca de la muerte, el juicio particular, el infierno, el purgatorio y la gloria del cielo.
“Cielo”, “Purgatorio” e “Infierno” representan los estadios definitivos de los hombres que se salvan, pasan por la purificación o se condenan eternamente.
Como consecuencia del pecado original, el hombre debe sufrir la muerte corporal, de la que se habría liberado, si no hubiera pecado. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación. Al morir, cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y de muertos.
Jesús enseña que la retribución sigue inmediatamente a la muerte en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón y en sus palabras al Buen Ladrón en la Cruz.
El Credo del Pueblo de Dios del Papa Pablo VI, en su número 28, dice así:
“Creemos que las almas de todos los que mueren en la gracia de Cristo... constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos”
Las almas que pertenecen a la Iglesia celestial gozan de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como Él es y participan en el gobierno divino de las cosas, por su intercesión y su fraterna solicitud por nosotros.
La escatología intermedia se refiere al período entre el juicio particular y el juicio final. En ese período existen las almas separadas y el purgatorio. Los que mueren en la gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios. En virtud de la “comunión de los santos”, la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico.
Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la “triste y lamentable realidad de la muerte eterna”, llamada también "Infierno". La pena principal del Infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien solamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las cuales ha sido creado y a las cuales aspira. La Iglesia ruega para que nadie se pierda: “Jamás permitas, Señor, que me separe de ti.” Si bien nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que “Dios quiere que todos los hombres se salven” y que para Él "todo es posible”.
La comunión de los santos es una unión de toda la Iglesia con Jesucristo. Participan de esta unión la Iglesia del Cielo o triunfante, la Iglesia del Purgatorio o purgante y la Iglesia de la Tierra o militante. La comunión de los santos es también una comunicación de bienes espirituales. En ella encuentran su lugar los sufragios por los difuntos, el culto de veneración a los santos y la intercesión de los santos.
Históricamente, los errores principales en materia de escatología han sido los siguientes:
1) El platonismo negó la resurrección.
2) El origenismo enseñó la apocatástasis, el infierno medicinal, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
3) La reforma protestante negó la existencia del purgatorio y las indulgencias.
4) Algunos protestantes del siglo XX enseñaron la doctrina de la muerte total y la recreación.
Recordemos ahora algunos pronunciamientos del Magisterio en esta materia:
1) La constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (en 1336) definió el dogma de la retribución inmediata: visión beatífica, purgatorio o penas infernales).
2) El Concilio de Trento supuso que la existencia del purgatorio es una doctrina de fe definida.
3) La carta Recentiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe (en 1979) rechazó la doctrina de la resurrección en la muerte.
Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL
Continuamos el programa Nº 18 de “Verdades de Fe”, transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo y Tacuarembó. Saludamos a todos nuestros oyentes y les recordamos que pueden plantearnos sus consultas y comentarios llamando al teléfono (035) 20535 o enviando un mail a info.ury@radiomaria.org.
Nuestro programa de hoy está dedicado a la vida eterna. En la primera parte del programa hemos presentado la escatología colectiva y la escatología individual.
A continuación hablaremos sobre el limbo, un tema semiolvidado que necesita una puntualización.
Permítanme partir de un recuerdo personal. En la escuela me enseñaron que los niños sin uso de razón que morían sin recibir el bautismo iban al limbo, un lugar en el que, sin sufrir tormentos, estarían eternamente privados de la visión de Dios. Si bien no se insistía demasiado en este aspecto de la doctrina, se lo presentaba como una verdad incuestionable. Sin embargo, si uno reflexionaba sobre ella, la doctrina sobre el limbo podía suscitar serias dificultades. Dado que la esencia del infierno consiste en la separación eterna de Dios y que el limbo implica esa separación, en realidad el limbo sería parte del infierno. Es cierto que el Magisterio de la Iglesia ha definido que quien muere con sólo el pecado original no puede alcanzar la salvación. No obstante, en el orden salvífico concreto establecido por Dios, ¿se da realmente esta posibilidad? La Iglesia católica ha enseñado siempre que fuera de ella no hay salvación y que para entrar en ella es necesario recibir el bautismo; pero tradicionalmente la teología católica ha reconocido que, además del bautismo sacramental, existen otras formas de bautismo (el bautismo de sangre y el bautismo de deseo) que también producen la incorporación a la Iglesia. Las personas no cristianas de buena voluntad pueden alcanzar la salvación por medio de una fe implícita, que implica un voto bautismal implícito (una forma del bautismo de deseo). Por eso, sin desmerecer la importancia fundamental del sacramento del bautismo, cabe preguntarse también acerca de la posibilidad de salvación de los niños sin uso de razón que mueren sin haber recibido dicho sacramento.
El pecado original es propio de cada uno, pero no es una falta personal. Considerando la infinita justicia y la voluntad salvífica universal de Dios, no es fácil comprender por qué no habrían de tener ninguna posibilidad de salvarse los niños muertos sin ningún pecado personal mortal (e incluso sin ningún pecado personal venial).
Después de mi infancia, prácticamente no volví a oír hablar del limbo por muchos años, excepto al leer "La Divina Comedia". Es interesante observar que Dante Alighieri comprendió bien la relación entre limbo e infierno, dado que ubicó al limbo como primer círculo del infierno.
¿Qué dice hoy la Iglesia acerca del limbo? Intentaré mostrar que en este punto ha habido un importante desarrollo doctrinal.
Es un hecho muy significativo que el Catecismo de la Iglesia Católica, un compendio muy completo y extenso de la doctrina católica, aun cuando reafirma la doctrina católica tradicional acerca del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, no diga ni una sola palabra sobre el limbo. En cambio afirma lo siguiente:
• Número 1261: "En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis", nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo".
• Número 1283: "En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación".
¿Qué implica esta enseñanza del Catecismo en relación con la doctrina tradicional acerca del limbo? Para resolver esta cuestión, me parece adecuado recordar una declaración muy esclarecedora del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien fue también el principal responsable de la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. Pues bien, en 1984, durante una entrevista con el periodista Vittorio Messori, el Cardenal Ratzinger (actual Papa Benedicto XVI) dijo lo siguiente:
"El limbo nunca fue una verdad de fe definida. Personalmente, hablando más que nunca como teólogo, y no como Prefecto de la Congregación, yo abandonaría esta que siempre fue apenas una hipótesis teológica. Se trata de una tesis secundaria, al servicio de una verdad que es absolutamente primaria para la fe: la importancia del bautismo. Para decirlo con las palabras mismas de Jesús a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios". Abandónese, pues, el concepto de "limbo", si fuera necesario (además, los propios teólogos que lo defendían afirmaban, al mismo tiempo, que los padres podrían evitarlo para el hijo por el deseo del bautismo de é1 y por la oración); mas no se abandone la preocupación que lo sustentaba. El bautismo jamás fue y no será jamás algo accesorio para la fe".
¿Ha cambiado entonces la fe de la Iglesia? El limbo nunca fue un dogma, sino una mera hipótesis teológica; por eso la Iglesia puede ahora dejarlo de lado, como lo está haciendo. La doctrina de la fe siempre se desarrolla a lo largo de la historia. Sin apartarse nunca del depósito de la fe recibido de Cristo, la Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, va profundizando su comprensión de la Palabra revelada por Dios y explicitando aspectos nuevos que ella contiene implícitamente. Así el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia la verdad completa.
Querido amigo, querida amiga:
Los cristianos creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna. Con humilde confianza en la infinita misericordia de Dios, esperamos la recapitulación de todas las cosas en Jesucristo y nuestro propio encuentro con Dios en la muerte y el juicio. Creemos en el dogma de la existencia del Infierno, a donde van los que rechazan la oferta divina de salvación hasta el fin. Creemos en el dogma de la existencia del Purgatorio, que no es un infierno temporal, sino un misterio de amor y una antesala del Cielo. Creemos en el dogma de la existencia del Paraíso, donde los bienaventurados verán a Dios y, sin dejar de ser distintos de Dios, participarán de la misma vida divina.
Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Reina de los Ángeles, ruego a Dios que no te apartes de Él y que te conceda algún día entrar a formar parte de Su Reino en el gozo perfecto del Cielo.
Damos fin al programa Nº 18 de “Verdades de Fe” y nos despedimos hasta el próximo martes a las 21:30. Que Dios te bendiga día tras día.
Daniel Iglesias Grèzes
18 de julio de 2006.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home