17 julio 2007

Programa Nº 1/07: Creo en Dios

Buenas noches. Les habla Daniel Iglesias. Les doy la bienvenida al primer programa del segundo ciclo de “Verdades de Fe”. Este programa es transmitido por Radio María Uruguay desde Florida, Melo, Tacuarembó y San José y también a través de Internet. Los invito a enviarme sus comentarios o consultas al teléfono (035) 20535. Estaré dialogando con ustedes durante media hora.
El programa de hoy estará referido a la fe católica en Dios uno y trino. En la primera parte del programa abordaremos el tema de la fe en el único Dios. El Credo de los Apóstoles comienza con estas palabras: “Creo en Dios”. A continuación leeremos lo que nos dice sobre este tema el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números del 36 al 43:
“¿Por qué la profesión de fe comienza con «Creo en Dios»?
La profesión de fe comienza con la afirmación «Creo en Dios» porque es la más importante: la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y sobre el mundo y de toda la vida del que cree en Dios.
¿Por qué profesamos un solo Dios?
Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo de Israel como el Único, cuando dice: «escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor», «no existe ningún otro». Jesús mismo lo ha confirmado: Dios «es el único Señor». Profesar que Jesús y el Espíritu Santo son también Dios y Señor no introduce división alguna en el Dios Único.
¿Con qué nombre se revela Dios?
Dios se revela a Moisés como el Dios vivo: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Al mismo Moisés Dios le revela su Nombre misterioso: «Yo soy el que soy (YHWH)». El nombre inefable de Dios, ya en los tiempos del Antiguo Testamento, fue sustituido por la palabra Señor. De este modo en el Nuevo Testamento, Jesús, llamado el Señor, aparece como verdadero Dios.
¿Sólo Dios «es»?
Mientras las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer, sólo Dios es en sí mismo la plenitud del ser y de toda perfección. Él es «el que es», sin origen y sin fin. Jesús revela que también Él lleva el Nombre divino, «Yo soy».
¿Por qué es importante la revelación del nombre de Dios?
Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en su misterio inefable: sólo Él es, desde siempre y por siempre, el que transciende el mundo y la historia. Él es quien ha hecho cielo y tierra. Él es el Dios fiel, siempre cercano a su pueblo para salvarlo. Él es el Santo por excelencia, «rico en misericordia», siempre dispuesto al perdón. Dios es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y perfecto. Él es la verdad y el amor.
¿En qué sentido Dios es la verdad?
Dios es la Verdad misma y como tal ni se engaña ni puede engañar. «Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna». El Hijo eterno de Dios, sabiduría encarnada, ha sido enviado al mundo «para dar testimonio de la Verdad».
¿De qué modo Dios revela que Él es amor?
Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo por su esposa. Dios en sí mismo «es amor», que se da completa y gratuitamente; que «tanto amó al mundo que dio a su Hijo único para que el mundo se salve por él». Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo, Dios revela que Él mismo es eterna comunicación de amor.
¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios?
Creer en Dios, el Único, comporta: conocer su grandeza y majestad; vivir en acción de gracias; confiar siempre en Él, incluso en la adversidad; reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres, creados a imagen de Dios; usar rectamente de las cosas creadas por Él.”

Consideremos ahora las vías de acceso al conocimiento de Dios.
Hoy en día muchos cristianos piensan que la fe es un mero sentimiento, puramente privado e incomunicable, una opción personal sin ninguna justificación racional. En cambio la doctrina católica enseña que el ser humano, con la sola luz natural de la razón, es capaz de probar la existencia de Dios con argumentos racionales y de llegar a conocer algunos de los atributos de Dios.
La existencia de Dios no es evidente, pero es demostrable. Las pruebas de la existencia de Dios no son iguales a las demostraciones matemáticas o las pruebas científicas. Son argumentos filosóficos convincentes y convergentes, que permiten llegar a verdaderas certezas.
La verdad de la existencia de Dios no es propiamente un artículo de fe, sino un preámbulo de la fe, que puede ser conocido por la razón natural. La fe no anula a la razón, sino que presupone el conocimiento natural de Dios y lo perfecciona. No obstante, puede suceder que un ser humano particular conozca esta verdad sólo por la fe y el conocimiento no reflejo.
Los números 3 y 4 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica dicen lo siguiente:
“¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón?
A partir de la creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.
¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios?
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí mismo en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales que, aun siendo de por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.”
Las vías para conocer a Dios tienen siempre como punto de partida la Creación. Conocemos a Dios por sus obras; llegamos a la causa divina a partir de su efecto mundano. Algunas vías de acceso a Dios toman como punto de partida el mundo material y otras parten de la persona humana. Estos dos enfoques son complementarios entre sí.
Las pruebas clásicas de la existencia de Dios siguen el primero de estos dos caminos: a partir del devenir, del ser, de la contingencia, de la belleza y del orden del mundo se puede conocer a Dios como origen, fundamento permanente y fin del universo. Éste es el enfoque seguido por Santo Tomás de Aquino en sus célebres “cinco vías”, que analizaremos enseguida.
Las "cinco vías" están basadas en dos principios metafísicos: el principio de razón de ser y el principio de causalidad. El principio de razón de ser afirma que todo lo que existe tiene una razón de ser. Este principio es inmediatamente evidente. El principio de causalidad afirma que todo ente contingente tiene una causa. Un ser es contingente si es y puede no ser; en cambio es necesario si es y no puede no ser. El principio de causalidad está basado en el principio de razón de ser. Todo ente tiene una razón de ser. Si un ente no tiene su razón de ser en sí mismo, entonces la tiene en otro ente, que es su causa.
Aunque las cinco vías son diferentes, comparten una misma estructura general. Cada vía parte de un dato de la experiencia: existe un ente que tiene determinada propiedad. Luego Santo Tomás demuestra que esa propiedad implica que ese ente no tiene en sí mismo su razón de ser, por lo cual es causado. Entonces hay un segundo ente que es causa del primero. Este segundo ente, o tiene su razón de ser en sí mismo o no tiene su razón de ser en sí mismo. Si tiene su razón de ser en sí mismo, hemos hallado la causa incausada que estábamos buscando. Si no tiene su razón de ser en sí mismo, debemos volver a aplicar el mismo razonamiento y concluir que hay un tercer ente que es la causa del segundo.
Es imposible que la sucesión de causas que no tienen en sí mismas su razón de ser sea infinita, porque entonces ninguna de esas causas podría fundamentar la razón de ser de nuestro primer ente. El retroceso al infinito hace retroceder indefinidamente la búsqueda de la razón de ser del ente contingente, sin resolver el problema. Entonces la regresión debe detenerse en un ente que tiene en sí mismo su razón de ser. Esta causa primera es llamada "Dios".
A continuación Santo Tomás demuestra, por la vía del absurdo, que el Ser Incausado no puede tener aquella propiedad, signo de la contingencia del ente, que fue nuestro punto de partida. Este análisis permite deducir algunos atributos de Dios.
Dado que Dios no es contingente, no se le puede aplicar el principio de causalidad. Dios es el Ser necesario, el Ser incausado. No tiene ni necesita una causa porque existe por Sí mismo. Él es su propia razón de ser. Por lo mismo también es el Ser increado.
Combinando las cinco vías, el razonamiento global de Santo Tomás es el siguiente: existe un ser que es el Primer Motor, la Causa Primera, el Ser Necesario, el Ser Perfectísimo, el Gobernador del Mundo. Un ser así es lo que llamamos "Dios". Por lo tanto, Dios existe. Luego Tomás demuestra que Dios es único, que es el Creador del mundo etc.

A continuación consideraremos una de las principales objeciones contra la existencia de Dios, basada en el problema del mal.
El razonamiento es el siguiente: Si Dios existe, entonces no puede existir el mal. El mal existe. Por lo tanto, Dios no existe.
Para refutar esta objeción debemos refutar su premisa mayor, la que opone la existencia de Dios a la existencia del mal. Aquí podemos aplicar una conocida regla escolástica: lo que es afirmado sin prueba, puede ser rechazado sin prueba. La afirmación de que el mal no puede existir si Dios existe es completamente infundada.
El mal es una imperfección, pero no cualquier imperfección es un mal. Se llama "mal" a aquella imperfección que priva a un ser de una perfección que en principio le correspondería según su naturaleza. Por ejemplo, carecer de vista no es un mal para una piedra, pero es un mal para un león.
El mal no es un ser, sino una carencia o privación de ser. Existen dos grandes clases de males: los males físicos (como el dolor y la muerte) y los males morales (los pecados o actos humanos malos).
Todo lo que Dios ha creado es bueno. Dios no es el autor del mal, pero permite el mal, por razones que Él, en su infinita sabiduría, puede juzgar muchísimo mejor que nosotros. No tiene sentido que el hombre pretenda erigirse en juez de Dios y de su obra creadora. Además, negar la existencia de Dios no hace que la existencia del mal sea más comprensible; por el contrario, la vuelve totalmente incomprensible.
Podemos comprender algunas de las razones por las cuales Dios permite el mal (físico o moral):
1. En el orden biológico el dolor cumple la finalidad de informar al ser vivo acerca de alguna realidad amenazadora.
2. La muerte de las plantas y de los animales irracionales no frustra absolutamente su razón de ser; no les impide que cumplan su función dentro del cosmos.
3. A pesar de las apariencias, a menudo el sufrimiento humano contribuye de un modo misterioso pero real al desarrollo humano integral. El dolor puede desempeñar un rol positivo dentro del plan de la Divina Providencia, orientado a la salvación del hombre.
4. La muerte del ser humano no es su aniquilación, sino su entrada en la vida eterna, que da pleno sentido a su vida terrena y sus sufrimientos.
5. La libertad es la grandeza del hombre, pero también su riesgo. Dios no ha querido crear robots o esclavos, sino seres hechos a su imagen y semejanza, destinados a ser sus hijos y a participar de la naturaleza divina, seres capaces de amarlo libremente.
La respuesta más profunda al problema del mal no está en ningún razonamiento, sino en el testimonio de amor de Cristo, crucificado por nuestros pecados. Jesús crucificado nos enseña que el amor de Dios no nos libra de todo mal, sino que nos libra en todo mal, preservándonos del único mal absoluto, el rechazo de Dios.

Ahora haremos unos minutos de pausa para escuchar música.
INTERVALO MUSICAL

La segunda parte de nuestro programa de hoy estará dedicada a la fe cristiana en la Santísima Trinidad.
Escuchemos lo que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, números del 44 al 49, nos enseña acerca de este misterio de la fe:
“¿Cuál es el misterio central de la fe y de la vida cristiana?
El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¿Puede la razón humana conocer, por sí sola, el misterio de la Santísima Trinidad?
Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero la intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo y es la fuente de todos los demás misterios.
¿Qué nos revela Jesucristo acerca del misterio del Padre?
Jesucristo nos revela que Dios es “Padre”, no sólo en cuanto es Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su seno al Hijo, que es su Verbo, “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia”.
¿Quién es el Espíritu Santo, que Jesucristo nos ha revelado?
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo; “procede del Padre”, que es principio sin principio y origen de toda la vida trinitaria. Y procede también del Hijo, por el don eterno que el Padre hace al Hijo. El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo encarnado, guía a la Iglesia hasta el conocimiento de la “verdad plena”.
¿Cómo expresa la Iglesia su fe trinitaria?
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
¿Cómo obran las tres divinas Personas?
Inseparables en su única substancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación. Pero en el único obrar divino, cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad.”
Con respecto a la Santísima Trinidad, los tres principales errores teológicos son los siguientes:
· Un primer error es el triteísmo. Consiste en considerar que las tres personas divinas son tres sustancias divinas diferentes, o sea tres dioses. El triteísmo es evidentemente contrario a la razón filosófica (que demuestra la unicidad de Dios) y al monoteísmo bíblico. El cristianismo es una religión tan monoteísta como el judaísmo y el islamismo. Actualmente el error del triteísmo se da en la religión de los mormones.
· Un segundo error es el subordinacionismo. Consiste en considerar que sólo el Padre es Dios, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo son criaturas excelsas, pero no divinas en sentido estricto. El subordinacionismo fue sostenido en el siglo IV por herejes como Arrio y Macedonio y se da actualmente en la religión de los testigos de Jehová.
· Un tercer error es el modalismo. Consiste en considerar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres modos de manifestación de Dios en la historia de salvación, pero que al interior de Dios existe una sola persona, el Padre. El modalismo fue sostenido en el siglo III por Sabelio y otros herejes. Actualmente este error, más sutil que los otros dos, es poco frecuente.
Estos tres errores teológicos tienen un origen común: el intento de dominar racionalmente el misterio de Dios lleva a aceptar algunos de sus aspectos y a rechazar otros. Así la teología se vuelve más comprensible, pero se traiciona el misterio de Dios revelado por Cristo.

A continuación demostraremos que el dogma trinitario no es irracional.
La objeción más común contra el dogma católico de la Santísima Trinidad consiste en afirmar que es irracional porque es absurdo pensar que tres seres son un solo ser.
Esta acusación contra el dogma trinitario proviene de una grave incomprensión. El dogma trinitario sería irracional si dijera que tres seres distintos son un mismo ser, o que tres es igual a uno; pero no dice eso, sino que hay una única sustancia, esencia o naturaleza divina (un solo Dios) y tres subsistencias, hipóstasis o personas divinas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). Si "esencia divina" fuera sinónimo de "persona divina", la objeción sería correcta; pero como no lo es, se trata de un simple error.
El concepto de "esencia divina" responde a la pregunta "¿Qué es Dios?" Dios es el Ser absoluto, necesario, infinito, perfectísimo, simplicísimo... Estos atributos y otros semejantes pertenecen a la única esencia divina.
En cambio el concepto de "persona divina" responde a la pregunta "¿Quién es Dios?" El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, pero no son tres dioses, sino un solo Dios. Las tres personas divinas son lo mismo (Dios), pero lo son de tal modo que no son el mismo: el Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo, el Hijo no es el Padre ni el Espíritu Santo, el Espíritu Santo no es el Padre ni el Hijo.
La única sustancia divina subsiste en tres distintas "subsistencias". Con una expresión un poco audaz, pero en el fondo justificable, podríamos decir que subsiste "de tres maneras distintas", como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Las tres personas divinas tienen todo en común, salvo sus relaciones de origen:
· Paternidad: el Padre engendra eternamente al Hijo.
· Filiación: el Hijo es engendrado eternamente por el Padre.
· Espiración activa: el Padre y el Hijo espiran eternamente el Espíritu Santo.
· Espiración pasiva: el Espíritu Santo es espirado eternamente por el Padre y el Hijo.
Estas relaciones de origen (salvo la espiración activa, que corresponde a dos personas) constituyen las tres personas divinas. De acuerdo con esto, el Padre se caracteriza también por ser el origen sin origen de las otras dos personas divinas.
La vida íntima de la Trinidad es una incesante danza de amor infinito. El Padre entrega eternamente al Hijo toda su sustancia divina. El Hijo le responde entregándole a su vez todo su ser divino (igual al del Padre). El amor del Padre y del Hijo es fecundo; es la persona-don, el Espíritu Santo.
Es importante notar que el concepto de "persona", aplicado a las personas divinas y a las personas humanas, tiene un sentido analógico, no unívoco. Si pensáramos que en el dogma trinitario la palabra "persona" tiene exactamente el mismo sentido que en el lenguaje moderno, afirmaríamos la existencia de tres individuos divinos, cada uno con su conciencia, su inteligencia y su voluntad separadas y así caeríamos en el absurdo del triteísmo. Por eso hoy es más necesario que nunca que los cristianos no nos limitemos a repetir las formulaciones tradicionales del dogma trinitario, sino que intentemos explicarlas, manteniendo su sentido.

Habiendo refutado el principal argumento contra la racionalidad del dogma trinitario, deberíamos ahora probar que el dogma trinitario está contenido implícitamente en la Sagrada Escritura. No podemos hacerlo por falta de tiempo, pero diremos simplemente que si Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo (tres personas divinas y un solo Dios vivo y verdadero), es porque Dios es en Sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo; de lo contrario no habría verdadera autorrevelación y autocomunicación de Dios al hombre. E inversamente, si Dios, que es eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo, decide libremente manifestarse en la historia, necesariamente debe manifestarse como lo que Él es en Sí mismo: el Dios Uno y Trino.

Querido amigo, querida amiga:
Cuando San Juan tiene que expresar en una sola palabra qué es Dios, nos dice que "Dios es Amor" (1 Juan 4,8). El ser mismo de Dios es una eterna comunicación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El misterio de Dios es un misterio de amor, de amor infinito y eterno.
La fe cristiana en Dios no está basada en experiencias sensibles extraordinarias ni es un mero sentimiento religioso. Tiene un fundamento racional, pero en sí misma es suprarracional, un modo de conocimiento que supera el alcance de la razón y al cual sólo se puede acceder mediante una "conversión", una reorientación total de la propia vida hacia Dios. Esta conversión es entre otras cosas un "cambio en el pensamiento". La conversión tiene también una dimensión moral: es una decisión de entregar la propia confianza y el propio ser a Dios, revelado en su Palabra hecha carne, Jesucristo.
Blas Pascal escribió que "el corazón tiene sus razones que la razón no conoce". Una persona que decide amar a otra puede relacionarse con ella de tal modo que la capacita para conocerla mucho más profundamente que antes. Es cierto que nadie ama lo que no conoce; pero también es cierto que, en cierto modo, nadie conoce lo que no ama. Esto, que ocurre siempre, aunque en distintos grados, se da eminentemente en el caso de la relación del hombre con Dios. La fe no es un mero conocimiento, al que se puede acceder sin comprometer la propia vida. Involucra la decisión de arrojarse confiadamente en los brazos de Dios, de dejarse transformar por su gracia, de amarlo de todo corazón. En vano procurará conocer el misterio de Dios quien no esté dispuesto a responder de esta forma al llamado de Dios. Por eso, es posible acumular mucha erudición y tener muy poca sabiduría. Y a la inversa, una persona puede ser inculta a los ojos del mundo y ser muy sabia a los ojos de Dios.
De forma totalmente gratuita, Dios te ha creado para que encuentres en Él mismo tu plena felicidad. Dios quiere que lo conozcas y que entres en una relación de comunión con Él. Él no cesa de buscarte, por todos los medios. Tú, entonces, tampoco dejes de buscar a Dios a tu alrededor, en los simples acontecimientos de cada día. Si quieres vivir en comunión con Dios, que es Amor, debes vivir en el Amor. He aquí el núcleo de la vida cristiana: amar a Dios y a los hombres, con el mismo amor de Cristo.
Te invito a seguir leyendo y estudiando la Biblia con frecuencia para conocer cada vez más el misterio de Dios, que en Cristo se nos ha manifestado como Amor infinito.

Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, ruego a Dios que te conceda superar las dificultades intelectuales que se plantean a la fe cristiana, evitando caer en la tentación de la duda o la increencia y profundizando cada vez más tu fe en Él.
Dando fin al programa Nº 1 del segundo ciclo de “Verdades de Fe”, me despido hasta la semana próxima. Que la paz y la alegría de Nuestro Señor Jesucristo estén con todos ustedes y sus familias.

Daniel Iglesias Grèzes
2 de julio de 2007

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